La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

99 los granos sembrados se dilatan y se llenan de una / leche gruesa, y los muertos que yacen desnudos en el suelo comienzan / a hincharse. En el sueño, son las piedras cristalinas y la tierra / es transparente, y el-de-los-mil-sufrimientos se inclina y dobla y contempla / a los difuntos; mira a su padre que yace tendido y su corazón se triza: nunca en vida de su viejo le dijo una palabra dulce, y ahora, en los confines de este mundo, en su dormir, / lo recuerda y llora 163 . Hay un recuerdo del padre, cuando Odiseo, muy cerca ya de su muerte, mientras navega en su barca-ataúd por las heladas aguas antárticas. En un momento se desatan los recuerdos, que llegarán hasta ―miles de años‖ antes de que existiera el ahora asceta moribundo. Los recuerdos ―cual cascadas corren en la soledad‖. El arquero ―goza la multitud de cabezas, albas-como-nieve, negrísimas, que destellan en hileras‖ de sus ascendientes. Entrevé a su abuelo y a su padre y a sí mismo cuando era joven: Un anciano, blanco-con-los-años, deshuesado, estaba de pie / al sol, y un hombre maduro que escala fortalezas, abraza / a unas mujeres o solo, muy erguido en una cáscara, el piélago rapiña; más allá, en unas eras, arroja un joven el tejo de piedra, y es su mente un capullo de rosa, con pétalos silvestres / virginales que aún no se han henchido y guarda las famosas travesías y todo el lejano futuro...‖ 164 Se ―recuerda‖ a sí mismo antes de ser concebido, como una ―fiebre‖ en los cuerpos de sus futuros padres y ―dentro de los riñones‖ del que será su padre: Pero ya no distingue el-de-mil-padecimientos sus huellas 163 Ibídem, XXIII, 501-511. 164 Ibídem, XXIII, 194-200.

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