La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
97 Mientras vive su ascesis en una montaña, antes de construir la ciudad ideal, Odiseo recuerda un episodio de su niñez, cuando a los dos años de edad, quiso pedir al mar que lo hicieran un dios como él. Se deslizó desde los brazos de Laertes para lanzarse a la playa e imprecar a la mar: Tenía no tenía aún dos años [...] ¡Ah, cómo reía la mar desnuda y cómo olía el alquitrán y las cuerdas y frutos descompuestos y la sal, y cómo se abrían y cómo rechinaban los goznes / de su tierno cerebro, que veía por vez primera el mar y los altos bajeles! Se deslizó de los brazos de su padre y se lanzó a la playa 158 Mucho más tarde – imposible calcular el tiempo en el oceánico fluir de la Odisea -, en la rapsodia XIV, en la que Odiseo vive toda la Ascética en una montaña africana, el peregrino, durante un sueño baja al Hades, ofreciendo su sangre a los muertos. Se apilan los difuntos que sólo anhelan revivir y volver a la tierra, comer pan, beber agua y rozar un cuerpo de mujer. Odiseo los rechaza, pues debe ver a otras almas. Aparece también la sombra de su padre, pero igualmente no es aceptado con palabras cortantes. Su padre apareció y extendióle sus trémulos brazos, pero con el talón aparta el hijo a su progenitor: ―Padre, tu viña en la tierra bien la cultivaste; ¡comiste, bebiste y engendraste un hijo mejor que tú; / y basta!‖ 159 Otra mención del padre hallamos en esta rapsodia, a propósito de la inquietud de la pequeña leopardesa que acompaña a Ulises en su ascesis. El animalito lo mira con tristeza, pues anhela tener un compañero: El conocedor-de-entrañas sonrió, adivina su pena; recordó su temprana juventud, cómo miraba a su padre cuando a lo lejos sentía una sonrisa fresca de muchacha. 160 158 Ibídem, XIV, 201-206. 159 Ibídem, XIV, 536-539. 160 Ibídem, XIV, 711-713.
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