La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

95 para que cultive las sombras el anciano, para que siembre / y coseche, con las muertas cañas de las manos, el grano / de la tierra subterránea. Junto a la larga aguijada, apoyó una pala y una hoz y un cántaro de bronce lleno de agua y un pan tibio de trigo. Cubre, por último, con lámina de oro el rostro santificado del progenitor, marca sus ojillos, sus pestañas, sus agudas cejas, los bigotes, la boca y la barbilla. Tres veces gritó, inclinado, el nombre de su padre / en el sepulcro; pero no volvió el eco de la tierra. Se perdió, / y entonces Odiseo, esparciendo el polvo puro, él solo en el sepulcro, plantó un retoño de olivo para que sorba al progenitor y que un día vayan los bisnietos a jugar a su sombra. Se descompone en el suelo con alegría el fruto, / pues arrojó la semilla. Luego de haber cumplido con los ritos de la sepultación de su progenitor, Odiseo decide concretar su idea de casar a Telémaco con Nausícaa. Elige tres enviados, tres ―casamenteros‖, y los instruye para que lleven la propuesta al rey de la isla de los feacios y transporten los bienes de la dote. Al despedir al navío con los mensajeros, siente Ulises que otro lazo con Itaca se corta. El pensamiento de su padre muerto y del hijo que comenzará ahora una vida, lo hace reflexionar sobre la fugacidad de la vida. Como a Laertes al morir, también a Odiseo la existencia le parece sólo un instante, lo que dura un relámpago: Y mientras, erguido en la ribera, observaba / el varón-de-aliento-de-fiera alejarse el navío; y enseguida el buen noto hinchó / las velas encarnadas. Veía el cuerpo virgen de su hijo correr delante por novia y atrás sentía deshacerse los restos de su padre. Y él estaba en el medio , novio y muerto, y temblaba, y le pareció la vida sólo un breve relámpago 155 . 155 Ibídem II, 619-624.

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