La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
94 donde el estiércol se sumía, brotó olor de labrantío. Vacila el viejo y se tambalea y cuando alza la mano para echar la simiente a la tierra, tropieza y cae; se arrastra sobre el vientre suavemente, rodilla sobre rodilla, y arroja el trigo, abriendo los brazos como si bendijera: cayó de bruces, se levantó de nuevo, agarrado a la tierra, y cuando alzó la cara, estaban sus barbas llenas /de barro espeso. Picoteando el suelo alegremente, lo rodeaban / los gorriones, y a la espalda del amo saltaba el viejo cuervo, e iban delante los perros blancos en medio de la / llovizna tenue. De repente, se colgó a medio cielo el arco iris y fulguró / todo dulzura y hundió sus pies entre la hierba; se unieron con un puente cielo y tierra y se detuvo la llovizna. Pero el anciano, embelesado en la semilla, no contemplaba / ya el cielo; trataba de arrojar el último puñado, mas resbaló de boca, y en la empapada tierra se sumió su cabeza como un grano / de trigo. A pesar de la relación fría y hasta un tanto hostil de Odiseo con su padre, la muerte de éste lo conmueve. Se rompe así una de sus ataduras con la tierra patria. Cumple los deberes finales para con ―su pobre padre‖. Sacrifica bueyes en su sepulcro para que ayuden al anciano ―a cultivar las sombras‖ en el Hades; le deja al lado sus herramientas de labrador y un cántaro de agua y un pan tibio de trigo. Observa los demás ritos, cubriendo con una lámina de oro ―el rostro santificado‖ y planta un retoño de olivo. Cuando supo el-de-mente-profunda que ha muerto el padre, sintió sus entrañas de golpe desprenderse y caer a la tierra. descompuso de improviso y se despedazó / en una tumba recién abierta un gran trozo de su cuerpo famoso, forjado-en-bronce. Y aún tibio, sosteniéndolo en el pecho, subió a su pobre padre al sepulcro ancestral, lleno de telarañas. Sacrifica en la sepultura algunos de sus bueyes para que / bajen al Hades,
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