La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

90 de la muerte está alcanzando a su amo y que éste tiene prisa en llegar al jardín ―para rendir el alma en las santas raíces de los árboles‖. Lo abriga, lo ayuda a llegar al huerto y le da un poco de vino añejo para reanimarlo. Apoyado en la oquedad del añoso olivo de la entrada, ―distingue ahora su jardín amado‖ y tiende las manos a sus árboles para despedirse. Por segunda y última vez en el poema, escuchamos las palabras del anciano, débiles y breves: ―Dulce manzano con tus manzanas y tú, mi parra moscatel, y mi higuera, amor de miel, y mi puro almendral, os digo adiós; bajo a la tierra; madres-raíces, devoradme; fui yo también un fruto de la tierra y me deshago, una hoja seca / y caigo‖ 154 . Vienen sus animales compañeros: sus perros, dos borreguillos, un cachorro de ciervo, un gran cuervo que él crió. Las alondras, los gorriones y las cigüeñas vuelan bajo en torno del abuelo y le hablan, llamándolo a trabajar de nuevo la tierra, para que ellos coman. Mientras, ―blandamente comenzaba a lloviznar sobre los árboles floridos; / se velaron las flores, la tierra esparció su aroma, se balanceó un cuclillo / en la copa del olivo y sacudió sus alas empapadas‖. Oliendo la tierra mojada, el anciano cree por un momento estar guiando los bueyes y el arado y hace ademán de echar semilla. La aya le pone un poco de trigo en el regazo. Él trata de ir lanzándolo, pero cae ―y en la empapada tierra se sumió su cabeza como un grano de trigo‖. Así, en esta página de Kazantzakis, en un brumoso amanecer, muere el viejo personaje de Homero, aquél que le enseñó al niño Odiseo los nombres de las plantas y que le regaló los árboles cuyo recuerdo permitió el reconocimiento después de veinte años. Caronte es ingenioso podador y va recortando el árbol, qué rama está ya mustia y cuál hará fructificar las flores. De amanecida ya el abuelo, despierto antes de tiempo, por el patio interior se va arrastrando y se cruzó con la / anciana nodriza. Allá en su juventud, durmió un noche con ella dulcemente y por toda su vida la abandona a tejer en el sótano; Odisea H , I, 428-433. Pero sí, posiblemente, puede identificarse con la esclava a que se refiere Atenea, sin nombrarla, cuando, en figura de Mentes, rey de los tafios, habla con Telémaco, I, 188.193. 154 Odisea K, 507-510.

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