La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

83 A propósito de las difíciles relaciones con Telémaco, que muestra una actitud crítica y agresiva, Ulises recuerda que él también llegó a faltarle el respeto a su padre y hasta a tratar de agredirlo: [...] De repente recordó cuando él un joven imberbe también era, y levantó / su mano armada, en el ardor de su ruda juventud, a su pacífico padre. Cazando, cruzaban presurosos una oscura hondonada, y hete aquí que un jabalí bravío aparece en una zanja escarbando la tierra con sus colmillos enormes y rugiendo. Y cuando al foso se precipitaron sin aliento y avanzaba /el joven con la pica, en los pies de Laertes tropezó y cayó rodando por el suelo. Se yergue al punto, echando espuma, y en el ardor / de la cólera, la sangre le subió, salpicando su espíritu irritado, y aullando se lanzó sobre su padre, pero llegaron por medio sus lebreles y los separaron 144 . El encuentro de Odiseo con Laertes está en las antípodas de la ternura y el amor que impregnan la escena del reconocimiento en Homero. Ocho versos nos muestran a un hijo despiadado y a un pobre anciano, solo, enfermo, sucio, abandonado. Hay una actitud despreciativa y casi agresiva de parte de Ulises hacia la miseria de su padre; y ni una palabra. Laertes, en cambio, llora al ver a su hijo. En un rincón, desnudo, sobre unas pieles de cordero, su viejo padre se arrastraba. Alzó la calva cabeza, miró al hijo; hirió sus ojos vacíos el resplandor de la lámpara y le corrieron las lágrimas, brillando como pupilas / de murciélago; mas el hijo, con mirada fija despiadada, largo rato inclinado / contemplaba ese cuerpo fláccido que una noche, en plena juventud, cogió en sus brazos a su virgen pareja y engendrólo. ¡Y ahora, dónde lo halla, en el suelo, suciedad, vergüenza. Gruñe y salta por el umbral y sale al patio 145 . 144 Ibídem, I, 262-273. 145 Ibídem, I, 570-578.

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