La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
73 Ahora, en la soledad de la isla de hielo, que es su última estación antes de irse a encontrar con la muerte, Odiseo, en el sueño, se traslada ―al palacio venerando de su padre‖, y se ve junto al lecho de su madre que agoniza, pálida como la cera. Le sostiene la mano y siente cómo la va abandonando la vida. El hijo, pálido también por el dolor, la besa y le habla, tratando de convencerla de que ella sólo está soñando; que todo pasará; que el mal sueño terminará en alegría, pues su nuera la noche anterior ha sentido un golpe en el vientre, así que vendrá en la mañana a anunciarle la feliz nueva de que dentro de poco podrá acariciar a su nieto. Vendrá el amanecer, ella despertará, llamará a todos para contarles el sueño; soñar con muerte es matrimonio, en buena hora. Pero la madre no responde, y el hijo asiste, impotente, al avance de los tentáculos de Caronte, ―el gran octópodo‖, hacia el corazón de la mujer. La única y última vez que escuchamos ( o leímos) la voz de Anticlea fue durante la estancia de Ulises en el mundo de los muertos, en la antigua Odisea . Ahora, dentro del sueño del peregrino, la vemos en un momento anterior a aquél, pese a que han transcurrido al menos tres mil años. Y también dentro del sueño, escuchamos (leemos) las palabras que el hijo imagina que diría su madre a la mañana siguiente, si su agonía sólo fuera un mal sueño. Y si en realidad (dentro del sueño), todo hubiera sido un sueño, ella habría recordado que Odiseo había estado tratando de reconfortarla: ―Pero aquí está mi buen hijo que siempre me consolaba‖. Pero leamos este bello pasaje, en donde vibra un hondo sentimiento de amor y piedad filial. Acaso por esto, han desaparecido las tan abundantes imágenes y símiles del poema kazantzakiano. Sólo una imagen y un símil hallamos aquí. El cuerpo, ya pesado, de la madre recibe la alegre nueva que le da el hijo ―igual que recibe nuestra madre tierra la llovizna ligera‖. Y la imagen de Caronte en la forma de un pulpo, cuyos tentáculos van atrapando poco a poco los miembros de la moribunda, se añade a las múltiples figuras que adopta la muerte en el poema 124 . Por años de años a su madre no la había visto más / mientras dormía, dijérase que la tierra abrió su boca e íntegra la devoró; y no volvió a aparecer su santa sonrisa melancólica a conmover dulcemente el sueño de su hijo amado; 124 Thánatos, la muerte, es palabra masculina en griego. En la poesía popular neogriega, Jaros o Járondas, Caronte, es el negro personaje que reina en al mundo de los muertos, el kato kosmos, el mundo subterráneo de donde sale a buscar a los hombres. Véase el ensayo “La muerte y Caronte y sus metamorfosis en la Odisea ”.
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