La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

64 variados que la noche presenta en las latitudes que ha recorrido. Y tiene una expresión hermosa, que denota ternura, para la noche allá en su lejana Itaca: Y esta noche, a la escasa luz de las estrellas el refrescante mistral, siente el sabor sagrado que dejaron en su espíritu / las noches infinitas que gozó, de espaldas en la tierra, contemplando los astros, y cada una su dulzura poseía y su amarga fragancia. Allá en su isla patria, lejos, en el extremo del mundo, como un almendro nuevo florecido la noche perfumaba; y por Creta, como una señora noble recargada de perlas, pasaba exhalando fragancia con la luna por talismán, y un negrito desnudo llevaba su cola llameante, recamada-de-oro y con lentejuelas de luciérnagas. En África la noche gemía como un bosque impenetrado, las estrellas mudas como ojos terribles brillaban en la oscuridad, tigres y leones y leopardos diríase que acechaban por doquier, y se enroscaba el Escorpión, goteando al mundo su veneno. Y era la noche una rosa negrísima... 111 Llegado ya al extremo sur de África y mientras se acerca el momento de partir en el viaje final, Odiseo merodea por las caletas de pescadores, donde se encontrará con el Jesús negro. En un momento recuerda brevemente su época de rey, su convivencia con la diosa Calipso y la partida desde su isla: Tiene hambre y vuelve la cabeza hacia una rústica caleta y a buscar pan hacia allí se encaminó, para golpear las puertas; acordóse de cuando era rey y tendía la mano y los más firmes fuertes vacilaban y los muros se rompían; se acordó de cuando en blancas costas y en grutas esmeráldicas si extendía los brazos a la diosa cogía, sin hablar, de sus rubios cabellos, y abajo la dominaba; y aun se le vino a la memoria una mañana cuando alargó la mano y empujó el veloz velero para dejar la patria, y desprenderse ya de tumbas y abalanzarse al océano 112 . 111 Ibídem, XVIII, 371-386. 112 Ibídem, XXI, 568-576.

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