La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

62 de un pajarillo desarma su corazón, surge la visión de su hijo, quien desde allá de la isla parece hablarle: Como un ciprés arraiga el gran asceta, derecho sobre la tierra, sus raíces se extienden y devoran el monte, y asciende en medio de la luz vacía, sin ramas ni flor, y sin fruto y sin sombra. [...] Una oropéndola, errada, se posó sobre su cabeza y comenzó a trinar una noche, con el cuello en alto; y el varón inquebrantable no pudo soportar y empezó / quedamente a llorar; ¡ay, el canto de un avecilla desarma su corazón! Y mientras escuchaba en su interior trinar el pájaro al viento, por un segundo se olvidó su mente-centinela, dejó la / puerta abierta, y su hijo surgió en luz, dulce, bien alimentado, y un infante en su pecho, y comienza a reñir con su padre: ―¿Todavía, padre mío, no se apaciguó, no se sació tu corazón? Los pies del hombre se hicieron para pisar en la tierra, sus manos para lanzar el remo o sostener la pala; como alas no las hizo Dios para que rompan el aire; mas no mantienes tú la medida sagrada y quieres sobrepasar al hombre y que se vuelvan alas tus manos-y-pies! Se enciende y se apaga la tierra igual que un relámpago en / tu mente inhumana, y a veces como un escorpión arrojas llamas sobre las brasas, a veces te hielas como sierpe de invierno, ¡y nunca gozas la serena y santa tibieza del humano!‖ El hijo discutía, y de continuo subían en el cerebro desolado, cual mariposas multicolores, los recuerdos del mundo; vinieron desde la isla los sesudos y graves gerontes , vinieron higos, las uvas, los esbeltos caíques y la dulce flauta del zagalejo en las colinas; y se llenó su pensamiento de escarpines y de risas femeninas. Contempla el gran asceta el velo puro del deseo, muy adornado y leve, que ondea sobre su cabeza; y bordaba el aire igual que una tela finísima de araña y sus recuerdos colgaban al sol como hilos de nereidas 109 . 109 Ibídem, XVI, 603-636.

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