La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

61 extenso y complejo, que requiere de un ensayo o estudio especial. Aquí recordemos cómo con el clamor de los antepasados que necesitan de su sangre para revivir, viene también la patria lejana: Claman los hambrientos antepasados, y el arquero los siente subir desde sus vísceras y coger su cerebro, extender sus tentáculos, como vino añejo en venas con sed. Toda su patria lejana, los viñedos, las praderas siente que lleva en su interior, y él va adelante, delantero. Un dulce dolor presiona su espíritu, se rompe su corazón, lleno de vivientes, de no nacidos y de miles de muertos‖ 107 . Construida ya la ciudad, Odiseo debe presidir la sepultación de uno de los más ancianos de la comunidad. Habla a la gente de la aceptación de la muerte en la ancianidad; y del sentimiento de rebeldía que produce cuando una vida joven es segada. Y mientras trata de ―poner el orden debido a la muerte‖, viene el recuerdo a la isla natal y la tumba de su padre y una vez más aparece la visión del nieto: Trataba del arquero de poner el orden debido a la muerte; una espada, el mediodía estaba suspendido en la cabeza del mundo; y a lo lejos, en unas costas lejanas, en unas altas colinas, donde yacen entre los camomilos los ancestros esqueletizados, un dulce sol entibiaba la tierra y alumbraba a los gusanos. Y a la sombra de un joven olivo, en la tumba del abuelo, que el arquero bien hondo plantó para que absorba a su padre, un muchachito moreno y rollizo en el suelo dormía. Un húmedo viento otoñal soplaba sobre sus rizos... 108 Destruida la ciudad por un cataclismo, muerta la mayoría de su población, ya sin compañeros, Ulises se ha convertido en un asceta y sigue su viaje hacia el sur del continente negro. Instalado en un peñasco, llega a ser casi un personaje sagrado para pueblos cercanos. Allí en un instante en que el canto 107 Ibídem, XIV, 482-489. 108 Ibídem, XV. El pasaje completo en que vemos a Nausícaa y a Telémaco y sabemos de los temores de la madre de que el abuelo con que el niño ha soñado venga con su navío a raptar a su nieto, va del verso 1118 al 1041. Lo reproducimos en el ensayo “La dulce y pura Nausícaa”.

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