La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

59 sus perros blancos husmearon una liebre y el joven se detuvo; ¡ay, cómo perfuma la yerbabuena en las sierras, / cómo susurra el helecho y cómo despiertan las perdices-de-las-piedras y el mundo / cómo trina! Y sobre un mirador una mujer tres-veces-noble no contempla el mar más allá, las colinas escudriña; y se acerca su vieja nodriza y están llenas de higos negros / frescos envueltos en hojas de parra sus dos manos; se vuelve la reina y gozosa elige el más hermoso: ―Nodriza, bueno está este año, y se endulzarán mis labios con los higos y mi seno con un nieto‖. Dijo, y gozó el albísimo cuello el fruto de miel. Ríe. Y se embruma la isla pequeña como un nimbo al viento, en hebras y hebras cae y se pierde en la mente del arquero 103 . Mucho más tarde, en la marcha hacia las fuentes del Nilo, en pleno desierto, en un momento Odiseo, mientras piensa en las normas que debe poner a la multitud que lo sigue, nos traslada a Itaca. Jugando abre pozos en el arenal, construye casas y torres elevadas y murallas de polvo. pone por deidad un escarabajo muerto, brota un hormiguero; llénanse de ir-y-venir las callejuelas y de movimiento ¡Ojú, se diría que niño otra vez me volví y juego con tierra!‖, piensa el viejo-espíritu-de-alas-blancas, sonriendo furtivo, y extiende de improviso su planta y desparrama el castillo. Y a lo lejos, en las vastísima orilla pareja, al final de la ribera, camina un niño rollizo, tropezando... Estamos en Itaca: Telémaco y Nausícaa gozan de su hijo pequeño. La madre expresa temor porque encuentra al niño parecido al abuelo. Y se pregunta: ―Y ¿dónde, mi Dios, se encontrará en este instante sagrado?‖ Y el abuelo-de-mil-viajes, allá lejos, a esa misma hora, levantaba sus pies ardientes y destruía el juego 104 . 103 Ibídem, X, 328-347.

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