La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
58 La luz celeste o azulada caracterizará varias veces la visión de Itaca que vendrá Odiseo a través de su nuevo e interminable viaje. Ya en Esparta, en un momento, a la hora de tenderse en el lecho para dormir, en el palacio de Menelao, Odiseo tiene uno de esos pocos, pero hondos, instantes de ternura y piedad por los hombres, que a veces afloran en el largo relato de sus acciones, en general emprendidas con dureza y hasta con crueldad. Recuerda entonces a su hogar, al hijo, a las apacibles plazas de su isla. También recuerda y siente compasión por los compañeros que lo siguen – y que ahora lo esperan en la costa – sin saber dónde van, adónde los lleva el navegante y por qué dejaron su isla patria. Se tendió el varón-de-los-muchos-sufrimientos en los reales / choapines. Un acerbo y hundo amor le oprimió el pecho inesperadamente. Sintió piedad de los hombres; se reconciliaron dentro de él / amigos y enemigos; y recordó el hogar, el hijo, las apacibles plazas, y suspiró, pues el alma, grave, ya no los acepta. Vinieron a su mente los amigos que, fieles, lo esperaban en / la costa y que todos sabían que ya nadie los salva, pero despreocupados siguen y no preocupa el retorno / a sus espíritus. ¿Adónde se dirigían? ¿Por qué dejar sus buenas vidas en la playa y sus altos escaños entre los plátanos frescos? 102 En Egipto, herido gravemente al participar en la rebelión contra el injusto régimen monárquico y su casta de sacerdotes y nobles privilegiados, prisionero de los soldados del faraón, Odiseo, pasa unos días entre la vida y la muerte, mientras los cuidan sus compañeros de prisión. Su cuerpo fuerte termina por recuperarse, pero todavía su mente divaga: Toman sus carnes un nuevo aliento, se vigoriza su sangre y las rudas entrañas retoman su quehacer; sólo la mente ahora perezosa en el aire pendía. Su isla celeste como nube pasaba sobre él: estaba amaneciendo; el astro del alba se diluía al sol. A lo lejos divisa a su hijo que va subiendo a cazar; 102 Ibídem, III, 1424-1433.
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