La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

56 desencuentro con Penélope y Telémaco es manifiesto desde los primeros momentos. Con su padre se muestra poco piadoso, si bien mucho más adelante, años o siglos después, lo recordará con emoción y con arrepentimiento por no haberle hablado con dulzura. El recuerdo de su madre muerta no es alterado en relación con los sentimientos que expresa en el poema homérico; y su evocación en un sueño será uno de los pasajes más hermosos y emocionantes de la nueva Odisea . Hay en la primera rapsodia un encuentro con el panorama de su isla por tantos años anhelada. Y después, a través de la larguísima peregrinación desde la pequeña Itaca hasta los hielos antárticos, habrá no pocos instantes en que la imagen de la tierra natal volverá al espíritu del viajero. Sigamos a Odiseo en su ascenso de la altura desde donde, después de veinte años y por vez postrera, tendrá la visión entera de su isla rocosa, del peñasco amado, que es lo único que lo emociona ahora que ha retornado: Ascendía el varón siempre-errante y alas infinitas y perfume de yerbas y traviesos pensamientos su pecho / embargaban; subía, y cada vez mayor la blanca era de su patria / se extendía; y al fin, cuando pisó su pie la cumbre del desnudo monte, el cuerpo pálido y esbelto apareció de su isla humilde. Sus pupilas moviéronse, tratando de ocultar en vano / el llanto: ―Ésta es la roca, el árido peñasco, que tanto deseé / volver a ver; me gusta‖, murmuró; y de sus grandes párpados / las lágrimas cayeron. Como un atleta en el mar se asoleaban las playas / grisáceas; se sumían las chozas en la luz, y en el valle se movían morosamente los bueyes, marcando el pecho / fructuoso de la tierra; y el pensamiento avizoraba – águila inmóvil - todo el / mundo a sus pies 99 . Podemos observar que el calificativo más característico de Itaca en Homero se repite en el poema moderno. Odiseo la llama ―roca, árido peñasco‖. 99 N. Kazantzakis: Odisea I, 797-808.

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