La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
43 «¿Qué diría uno de los constructores del Partenón si contemplara una catedral gótica? —escribía Kazantzakis a un crítico suyo—. Que está recargada de dioses, hombres, animales y monstruos; que está llena de una intranquilizadora y misteriosa mezcla de luz y sombra; que es incoherente, inquietante, bárbara. [...]". "Si el lector contemporáneo quiere buscar la auténtica raíz que le ayude a explicarse la Odisea, encontraría sin duda en Homero muchos elementos que le serían útiles. Sin embargo, aún mejor haría en volverse a otras fuentes para entender el estilo y la arquitectura del poema de Kazantzakis: a los cuentos y leyendas populares griegos, a las novelas de aventuras, a Cervantes, a Rabelais, a Las Bacantes de Eurípides, a Paúl Banyan, a las narraciones fantásticas, a los cuentos y hazañas increíbles» 73 . Ese carácter barroco del poema ha permitido compararlo con un templo gigantesco, construido y adornado con el botín de una incursión a todas las épocas, civilizaciones y caminos, y dedicado a un dios desconocido 74 . La ilustración con ejemplos de la acumulación de elementos de todo tipo en la Odisea requeriría un espacio del que no disponemos. Sólo el análisis de algún recurso expresivo nos llevaría a extendernos. La enumeración de las imágenes del sol, por ejemplo, es muy larga. El sol, símbolo de la luz, del espíritu y del perpetuo errar, abre y cierra el poema. Cambia sus formas desde los cielos siempre claros de Grecia hasta los sombríos mares antárticos. Es un señor oriental que pasa, apuesto y orgulloso. Es un dios que asoma sus cuernos sobre el horizonte, y, dejando a un lado las nubes, deja ver, poco a poco, su frente, sus ojos, su boca. Es un inmortal cuyos rayos —manos de cinco alargados dedos— acarician al mundo y reviven a los muertos. Es un belicoso arquero. Es un niño de boina de oro y malla de celeste bruma, que juega entre las manos de la Madre Noche. Es un disco de ígneos ojos que hacen correr por el cielo el Ayer y el Mañana. Es un palacio dorado, cuyas dos puertas abren a Oriente y a Occidente. En sus formas más severas, es una cabeza cortada que rueda sobre la arena calcinante. Es cada una de las aves , desde las más tiernas hasta las más feroces. Es un dócil halcón, sujeto con cordones áureos, que suelta al cielo un halconero. Es también cada uno de los animales : un lebrel rojo; un ágil leopardo que cae sobre bosques y praderas; un toro nuevo que resopla furioso cuando lo arrastran al poniente, al sacrificio. En el Epílogo es una trinidad: el padre fecundo, la fértil madre que alimenta al mundo con sus pechos, el hijo que danza y retoza sobre las aguas y las yerbas de la tierra.. Treinta o más imágenes distintas del sol podrían añadirse a esta serie sólo esbozada. 73 K. Kerenyi: “Nikos Kazantzakis, continuador de Nietzsche en Grecia”, Nea Hestía , Homenaje, diciembre 1959, pp. 43 y s. 74 P. Prevelakis, op. cit., p. 191.
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