La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

40 aprovechan sólo algunos elementos esenciales del mito . El desarrollo de la obra viene a ser la inversión misma de la leyenda de la vuelta a la patria y al hogar. La obra de Kazantzakis cambia radicalmente el sentido de las tres últimas rapsodias de Homero. El encuentro con Penélope y el reconocimiento, en la rapsodia XXII, pasan a ser episodios distintos; lo mismo sucede en el encuentro con Laertes y el reconocimiento, en la rapsodia XXIV. Cambian los rostros del hijo, de la esposa y del pueblo. Empiezan a desaparecer la antigua Itaca y los dioses que guiaban seguros a los hombres preferidos. Ulises siente renacer el fuego de su espíritu. Y sale otra vez a navegar. Pero su peregrinaje cambia también de sentido. La búsqueda de conocimientos y experiencias que atribuyó Plinio al segundo viaje y que destacó Dante, deviene la búsqueda de explicación vital, la «persecución de un dios». El Ulises de Kazantzakis va errante en busca de Dios, como el Ulises de Homero va en busca de la patria. A ambos los hace arder la nostalgia. La diferencia es que uno encuentra a Itaca (como Bloom encuentra su hogar), mientras el otro, buscando al verdadero Dios, llega a ser asesino-de-los-dioses» 71 . Quizás sea la no esperanza lo que fundamentalmente diferencie a la nueva Odisea de la antigua, ya que del héroe homérico pudo afirmarse: "Símbolo de incertidumbre, Ulises es también el de la esperanza de supervivencia de la cultura, a pesar de las experiencias sin precedentes que sufrió en el siglo XX". Debemos recordar los comienzos de la Odisea para advertir cómo el panorama homérico empieza de inmediato a desdibujarse. La nueva narración se inserta en la rapsodia XXII del poema homérico, inmediatamente después de terminada la matanza de los pretendientes. El ―Cuando...‖ con que se inicia la nueva epopeya muestra la continuidad temporal. Pero desde el primer momento comienza en el héroe, surgido para nosotros desde los versos de Homero, una metamorfosis paralela a la que experimentan su isla, su mujer y todo aquello que lo esperaba durante años. A través de la primera rapsodia completa, el desencanto de Odiseo va en aumento. Veinte años afrontó peligros innumerables, animado por el ansia de volver a ver a su mujer; y cuando llega por fin ante ella, la desilusión lo embarga. Penélope, por su parte, siente miedo ante su feroz marido: Penélope, que, silenciosa y pálida, en el trono esperaba se vuelve a ver y tiemblan sus rodillas de pavor: - No es ese el que aguardé año tras año, oh Dios, / con grande anhelo: un dragón gigantesco que, semejante a un hombre, 71 P. Prevelakis, op. cit., p. 108.

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