La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
252 Tocan sus pies trémulos la tierra, como si ésta viviera, y una danza suave y arrastrada empiezan en el funerario redondel. Invoca primero a los varones, y los abuelos corroídos con sus armas herrumbosas se estremecen y se tocan los hombros y sacuden de sus barbas los insaciables gusanos. Luego pisa lentamente el gineceo y saluda con unción a las viejas raíces - hoy en el polvo - que amamantaron su estirpe, y cual granadas ábrense las lápidas, arrojando sus frutos. La mano tibia del nieto agarraron las madres y empezaron a andar como perdices-de-las-piedras que presuntuosas golpean señoriales la tierra con sus patas desnudas, olorosas a yerba. Y el varón de ante de ellas salta y grita con voz ronca: "¡Jay, jay, esbeltas cual candelabros y con trenzas de herbaje!" Fulguraron otra vez vuestros tobillos al sol como manzanas rojas; vamos, abuelos míos, de nuevo anima el aire vuestra entraña, y salto yo adelante - vuestro nieto - e inicio la canción. Nunca deseé - puedo jurarlo - la lápida elogiar, pero ahora para vuestro contento lo haré con mil adornos. ¡Oh ala, lápida, ala fecunda que te tiendes sobre el polvo y empollas los huevos magnos y calientas las grandes águilas; lápida mía, águila mía, cómo fecundan tus huevos en mi espíritu!" Así danzaba el-que-arrastra-almas, a los ancestros despertaba; unos se agarraban de sus brazos; otros se cogían de sus pies; y otros como sonajas de halcón se colgaban de su cuello. Largo rato bailaba con los progenitores de su estirpe, / ya de la mano, conduciendo la fila, ya separado, con los pies livianos, y se le aligeraba el corazón cual golondrina aleteando que por abril retorna. Pero ya se derramaba gota a gota el airoso mediodía; ya se sació, cesa la danza y del recinto se despide. (757-786) El otro encuentro con los muertos se produce dentro de un sueño de Ulises, cuando éste cumple sus "ascesis" en una montaña solitaria, en la rapsodia XIV, antes de bajar a organizar la construcción de la ciudad ideal. No queda claro dónde, en qué lugar, en el sueño, está el peregrino cuando da su sangre a los difuntos. Aquí Odiseo ve la sombra de su padre, pero, inclemente, no atiende a sus manos que imploran sangre. Aquí también se impone con dolor de la muerte de sus queridos compañero, Karterós y Stridás. En un momento aparecen los tres terribles antepasados que presidieron su nacimiento: Prometeo, Tántalo y Heracles. No quedan bien claros los mensajes de esos seres. Al final del sueño, Heracles - o más bien su sombra - parece fundirse con Odiseo. "Como un río, tendido en un peñasco" está durmiendo Ulises. Su espíritu y su corazón discuten. Grita el corazón y bulle como un negro lago de sangre;
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