La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

236 mosca dorada que primero fue cogida en la tela de la noche; y poco a poco otras se cogieron, y toda la bóveda negra bordada de mármol se extendió, cual tela perlada por la lluvia. ―¡Noche, me gusta tu oscuridad, pues está llena de estrellas!‖ Murmuró el solitario y saluda a su rebaño de astros. (XIV, 47-52). Entretanto al arquero, tendido de espaldas en la barca, admiraba el cielo recamado, el manto sagrado de la noche, con sus pendientes de plata y sus prendedores de oro; sobre él como letras se movían las estrellas; unas se retorcían como escorpión en los biseles del cielo y otros ascendían –ojos, espadas, navíos, cascadas de llamas y áspides. (X, 1251-6). La imagen de plenitud luminosa que a veces se asocia a la visión de la inmensa bóveda celeste sembrada de estrellas aparece en ocasiones ligada claramente al flujo temporal, como el pasar el río no de agua en la tierra, sino de fuego y en el cielo. Así en el pasaje que citamos a continuación. En el que lo sigue, en cambio, esa imagen de multitud de astros se traduce en la comparación de la noche con un erótico día festivo: Se cansó el sol y se inclina y ya se va a poner; se suavizaron los ojos del-siete-espíritus, por el hambre excesiva como racimos sin granos colgaban sus entrañas. Una chispa apareció en frente de la caverna y avanzó sonriendo; la saluda, la reconoce el solitario, es la señora-Afrodita, ¡antigua amante seductora, mil veces bienvenida! Y así, con el astro sagrado de-ojos-vivaces entre sus trenzas, la noche apareció y se detuvo a la puerta del arquero; mudo, levanta los párpados hacia el cielo río-de-fuego, siente el diluvio de estrellas inundarlo por entero, y era su corazón una gota de luz que combatía en el torrente y subía obstinada contra la corriente en el flujo errabundo de la noche. XIV, 271-83). Y cuando se arrebañaban en la altura –ramos de jazmín – los astros, se apaciguó el espíritu de la compañía, y cual erótico día festivo se extendió la noche sobre el mar y los / amigos penetraron en los hondos jardines floridos del sueño, y en el regazo, cual una mujer virgen y blanda, al Africa llevaban. (VIII, 1121-5).

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