La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

233 (IV, 907). Y a la pálida rosa deshojada del crepúsculo divisa muy bien esculpidos árboles a izquierda y a derecha. (XIX, 314-5). Las sombras, elemento inseparable del crepúsculo, caracterizan su paso o su llegada en algunas de las breves pinturas de un verso: Ya se ha ocultado el sol, y se abatió sobre la tierra la sombra primera. (XVI, 1003). Pasa el crepúsculo, y las montañas se retiran a la oscuridad. (XVII, 1058). Y en tanto, se abatió el negro crepúsculo y las sombras se unieron. (VII, 507) El transcurso de una faz a otra del tiempo, de la luz a la sombra, cuando ―la noche no es negra todavía sino que vibra azulada‖, es propicio también para la exaltación de los anhelos del corazón humano. Es la hora en que ―tiembla el cielo cual misterioso huerto‖ y se borran lentamente las figuras: Y cuando las aguas se velen, al anochecer, y aparezcan las estrellas y vuelvan las doncellas de la fuente y se levante la oropéndola y la noche no es negra todavía sino que vibra azulada... (XXIV, 339-41). El atardecer aún so se apagaba, y por las laderas rosas lentamente la noche descendió, esa perdiz-de-las piedras de-patitas-coloradas. Inefable dulzura, y el sereno anochecer envuelve a toda la tierra; como pájaros nocturnos se alzan los corazones desde nuestras ramas / interiores y lo que de día se avergüenzan de decir, toda la noche lo cantan. Suspira la doncella en la soledad y todas las hojas se estremecen, y la viuda saca sus anhelos para apacentarlos en la oscuridad. (V, 65-71) Lo aciago de un día puede representarse en la intensificación del crepúsculo, en su multiplicación, que puede concebirse en la lengua romeica a semejanza de los superlativos que se forman con numerales: Se alzó el día de-cinco-atardeceres, vuelve a caer la noche; vuelve la aplastante medianoche, un nuevo día brota... (X, 294-5).

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