La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

228 el sudario de la luna con bastillas azuladas (IX, 765-7). El verde es el color que con más frecuencia da una apariencia cadavérica a la luna o a la tierra por ella iluminada, como en el pasaje siguiente de la rapsodia de la destrucción del reino cretense, en que aparece la princesa Fida, hija del monarca, insana a ratos: Un alarido estridente rasga los tules de la luna llena, y al verdoso destello cadavérico apareció tormentoso el rudo cuerpo de Fida que se precipitaba desde el camino del palacio. Hablaban agudamente, diríase que un águila se había posado / en su cabeza y con sus garras horadaba y sorbía su cerebro. (VI, 869-73). El mismo color se asocia al veneno que gotea en su lento peregrinaje celestial y a su apariencia desfalleciente a la llegada del alba: Todavía arrastrábase el sol pálido por la blancura sonrosada, y veneno azul-verdoso destilaba la luna. (XXII, 518-9). Los fanales bermellones se apagaron y al destello del alba, la verde luna desfallece y sobre el desierto se abate. (IX, 1136-7). La ligazón de la luna y su paso con la muerte o con imágenes fúnebres adquiere muy variados matices, que, naturalmente, no podemos agotar. Ya es su figura –guadaña–, ya su apariencia cadavérica, ya la comparación con un infante muerto: Transcurrían así –ya guadañas, ya rodelas de plata – las lunas silenciosas, destilando gruesas gotas de veneno. (VII, 1063-4). Plegábase ya el día sobre la superficie de la tierra, el suelo se refrescaba, y desde la arena surgió muda cual un fantasma y detúvose la luna cadavérica, antes de avanzar hacia los techos... (XI, 893-5). Dulce momento. Embalsama la tierra, abre sus flores nocturnas, tiembla el agua en las narices sedientas de las fieras, y como un niño caía en el valle la luna. (XX, 1074-6).

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=