La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

226 Ya llegó la oscuridad y los huertos se sofocan , y se colgaron danzando innumerables soles-machos en las caderas de la noche. (XVIII, 1420-1). Iba ya tropezando por la tierra, las piernas abiertas y sin cinto, / la impúdica noche: ¡cuánta dicha entregáis a los machos, senos nocturnos entreabiertos blancos, muslos, fuertes pezones, trenzas perfumadas! (VI, 806-7). La imagen de la noche como inmenso y misterioso árbol aparece en más de una ocasión: Tras de la luz bullían las estrellas, y se inflamó el gran ciprés de la noche con sus ramos sin frutos de-hojas-negras. (XXIII, 1203-4). La luna. Contra lo que pudiera pensarse, la luna como indicio del paso del tiempo adquiere en la Odisea connotaciones muy distintas de aquellas a que nos ha acostumbrado la poesía lírica, occidental al menos, en forma tradicional. Las imágenes y comparaciones ligadas a ideas de paz y serenidad son escasas y sí abundantes aquellas relacionadas con sensaciones terroríficas, fantasmagóricas y macabras. Presentaciones serenas, como las que reproducimos a continuación, son más bien excepcionales: Navegaba espléndida en lo alto la luna de cuerpo entero; ya se acercaba la medianoche; las sombras, espesas cabelleras, se deslizaban en silencio por la playa pulida por la luz. (XV, 245-7). Cae el sol, desaparece, y la luna redonda, el pecho de la noche, desborda de leche y la derrama. (XIII, 308-9). Con leve pisada la luna llena aparecía, mientras el sol caía silencioso a las aguas, para refrescarse. (XVI, 1375-6). Con proa erguida apareció la luna nueva, delgada en el éter azul, y cargaba su cuerpo sin sol, muy redondo, lentamente, en el cielo llameante-de-astros, hacia el negro occidente.

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