La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

224 (XX, 588-9). Oscurecía; se apagó en el mar como una chispa el Lucero, en la cabellera de la noche la madreselva trenzada se abrió y se perfumaron en el patio todos los bucles ensortijados. (V, 804-6). Mientras tanto subía la noche poco a poco, como una grande / y oscura fortaleza. (XVIII, 185). Tenue, azulada, descendía la noche sobre las cabezas. (VIII, 18). Trataremos de echar más adelante una breve mirada a las estrellas como elementos de manifestación del paso cronológico. Ellas están estrechamente ligadas, – es natural – a las imágenes de la noche, como en esta presentación iluminada: Resplandece y brilla con todas sus estrellas la noche-de-ojos-negros, ríen-lloran las perlas del rocío en las húmedas hojas. (XVIII, 967-8). La forma de abrirse la noche muchas veces está en relación con el contenido del pasaje que encabeza esa descripción, como la que sigue, con su hálito de humedad: Cual una rosa negra se abrió la noche en el suelo humedecido; una garúa leve destilaban las estrellas sobre la oscuridad brumosa, y una brisa liviana llegaba a remover las telas del corazón. (XII, 966-8). O como el primer verso de la rapsodia XVII, que constituye como una premonición del drama fantasmal, onírico y sangriento que desarrollarán cinco personajes creados por Odiseo: Ábrese la rosa del silencio y la noche entera desvaría. (XVIII, 1). Distinto y apacible es el aspecto de la oscuridad nocturna –convertida en luminosidad– en el episodio del príncipe Madretierra. Cuando ya salió-bien-la-luna y se volvió miel la noche, se levantó la caravana, rodeada de luz por doquier. (XVIII, 929-30).

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