La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

220 y como el gallo-faisán subió la luz y en los techos cantó. (VII, 1-9). Pasó la noche con sus axilas húmedas y perfumadas; pura y delicada, apareció la luz entre los valles y cual cordero camina la mañana por el río. Y siguen los compañeros la corriente cubierta de rosas; aves blancas derramando luz atraviesan por sobre ellos. (X, 1387-91). Descendían de la sierra el sereno, leve, fresco y alado, y se desliza y jugaba, todo luz, el Astro de la mañana, albo palomo en los plateados árboles-del-sol. (VI, 23-25). Estaba amaneciendo. Un flamígero cielo ensangrentaba las piedras. (IX, 893) Y el licor de la aurora difundiéndose en el perlado mar. (XXIII, 997). Y mira , en el confín del cielo pálida vibra la alborada , y todos los ojos brillan y ríen, y miran hacia el oriente, e, infante en su cuna, por el cielo se desliza el sol. Vapores azulados sus mantillas, y de argento es su toca... (XXII, 1245-8). La noche La inexorable tiniebla periódica que cae sobre la tierra es una de las manifestaciones del paso del tiempo. Y como otras, el atardecer, el alba, el curso de las estrellas y el del sol, durante el día, aparece en la Odisea con los más variados aspectos. Como un almendro nuevo florecido perfuma en la Grecia, y en Creta esparce sus fragancias como una noble señora recargada de perlas, mientras en el interminable peregrinar por África, suele gemir, gritar, aullar, vestirse con atavíos fantasmales y hasta bestiales. En un pasaje de la rapsodia XVIII, se sintetiza en cierto modo, durante la contemplación y el recuerdo de Odiseo, ya asceta, algunos de los rostros nocturnos. Y esta noche, a la escasa luz-de-las-estrellas y el refrescante mistral, siente el sabor sagrado que dejaron en su entendimiento / las noches infinitas que gozó, de espaldas en la tierra, contemplando los astros; y cada una su dulzura poseía y su amarga fragancia. Allá en su isla patria, lejos, en el extremo del mundo,

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