La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

216 como nimbos, y los depositó con levedad sobre lejanas cumbres. Se desvanecieron de improviso los encantamientos y volvió / el tiempo a sus ruedas. (III, 1066-1082). Entre los muchos aspectos que adopta la sensación del tiempo a medida que Ulises avanza en su liberación ascética, hay momentos de exaltación extática o de intensidad contemplativa, en que aquél destila gota a gota, dulce o imponente. Así , por ejemplo, cuando el peregrino escucha en la rapsodia XV el misterioso torrente subterráneo: Debajo de la tierra, un gran río fluía veloz ocultamente, y sólo se escuchaba el estruendo del agua invisible; hacían nido las golondrinas-de-las-piedras en las sonoras / oquedades y cual racimo de una los murciélagos colgaban en la bóveda. Se resecó la garganta del arquero, pone la cara en el roca; abajo hasta el talón gozó del santo frescor de Dios, y cual rama de jazmín florecieron al punto los huesos y crujieron; y con morosidad acomodándose en un peñasco saliente, escuchaba inclinado el bufálico mugido del sagrado torrente. Y mientras oía, el tiempo pasaba gota a gota petrificando / su espíritu, y suavemente percibióse la voz de Dios en la pecho / del hombre. (XV, 347-57). O cuando, terminada ya la travesía del continente, de nuevo está Odiseo ante la vista del mar y duerme junto a las olas: Ascendió el sol, cae y ríe sobre su cuerpo moreno, y como miel destilada el tiempo por encima de su testa. (XXI, 551-2). La exaltación frenética de la danza, que se da en varios de los puntos culminantes de la acción y de la ascesis en el poema, conduce hasta a desbordar los límites del tiempo a Ulises , cuando al final de la rapsodia XXI llega percibir la luz cegadora de la plena libertad: Saltaba el arquero y gritaba, y la tierra en la vertiginosidad de la danza inalcanzable, cómo se empequeñeció y cómo / echaba chispas, ¡diz cual novia que se entrega al rudo abrazo de un varón!

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