La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

215 Por un instante el sueño me cogió, pero años atravesó la mente. (VII, 1066). También los años se vuelven segundos inexorablemente - cuando el decadente Menelao rememora el fin de la guerra de Troya y la recuperación de Helena: Y el agotado soberano estremecióse, como si su vida se vaciara; pero pronto se reanimó, se encendió en su interior la memoria: ―Aunque mi vida toda haya sido un sueño y sombra vana, quieras que no, hermano, la sagrada verdad abracé un día: cuando la ciudadela se quemaba, y yo entre las llamas salvajes, ¡plena de perfumes, pura lozanía, cogí en mis brazos a Helena!‖ Sonríe el guerrero con tristeza, inclinado se recuerda cómo con sus manos levantó a la cervatilla desmayada, y se hundió en las aguas hasta la cintura y erguido atravesó / las olas; en torno suyo deslumbráronse los pueblos, y al punto azules los diez años se encendieron y apagaron / como centellas en su espíritu. (IV, 1075-85). En ese encuentro con el pasado, en Esparta también para Odiseo años y segundos se confunden. Todo se borró, se hundió en la tierra; lo pasado pasó; y simple y puramente gozo este momento santo en que estoy aquí, erguido, en este atrio famoso, / con mis cabellos grises, y sostengo en mis manos mortales a la luna inmortal... Callaron, y el tiempo se detuvo sobre las dos cabezas, como el águila que se mece en las alas sobre la cima del aire. Acaso pasó un instante, acaso también diez años, los diez años que se borraron cual un relámpago / para que fuera tomada la ciudad; todo se trocó en mármol en la sala; todo en el pecho se detuvo; y la vida brumosa se aclaró y un cuento se volvió. No había matanza e incendio, no hubo una soberbia ciudadela, ni un buen mozo lascivo raptó a la hija-del-cisne: un hondo llano con azucenas rojas, un caramillo de enamorado zagalejo cogió dulcemente, poco a poco, sus espíritus,

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