La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

214 / en las hojas. Hombres y espíritus ya han desaparecido y dejaron tantas huellas cuantas dejan las aves en el aire o los barcos en el mar; y escuchabas desplomarse cada instante en la oscuridad como miel de colmena invisible y hechizada en las entrañas. Dulzura intensa, y gozaba el gran atleta cada gota, densa y perfumada, que suaviza los dolores, extracto de flores venenosas de toda especie y pensamientos y temores; y cada gota era inmortal, sin principio ni fin; lo pasado, lo presente, las alas del tiempo salvaje dentro de ella se doblaban, inmóviles, sumidas en la miel. ―Fue vencido el tiempo y amigóse dentro de mi cálido corazón, como en el florecido terebinto se coge la alondra enamorada‖. (XVII, 1-9, 20-35). El aspecto del tiempo va cambiando a medida que Odiseo se aproxima a la nada final: Ya no medía el Solitario los días y las noches; cada instante era una fontana del agua inmortal. (XIX, 1088). Y los segundos, cada vez con más frecuencia, se pueblan con contenido de pasado, de presente y aun de futuro. Una especie de fantasmagórica vorágine de sensaciones temporales acompaña las jornadas postreras del asceta de cabello albísimo, que hace milenios partió un amanecer de la isla natal. Allí, mientras se construía la barca: Como rosa en capullo, yérguese cerrada la hora futura. Ahora, a miles de años y kilómetros, bien diferente es el aspecto del paso cronológico: Se enrolla el tiempo en cada instante y salta como un tigre; un segundo es en su mente lo pasado y lo de hoy y lo futuro; el comienzo y el fin han cerrado el círculo / hilado-por-la fatalidad. (XIX, 107-9). El sueño y el recuerdo intenso transforman las proporciones temporales. La niña ansiosa de hallar al dios masculino en África, que figura dentro de un canto de la princesa cretense Dijtena, cuando la nave de Ulises se aproxima al continente negro, puede decir:

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