La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

213 a su objetivo e inexorable pasar. En el recuerdo remoto de su antigua vida, cuando regresó a Itaca y visitó a los difuntos, ya hacia el final de su viajar por África, siente Odiseo los segundos resonar como yelmos, derrumbarse cual castillos o posarse en su espíritu como aves: Calla el arquero , se acordó de la encina de su padre; ¡ah, cómo bailaba alguna vez en los sepulcros sagrados y llevaba ánforas de bronces con la sangre y regaba a las sombras! En la lejanía, en una orilla remota, cruzaba el antiguo Odiseo cual sombra de un búfalo muerto, cual pensamiento del aire; y poco a poco se aquietaba el pensamiento y siente la serenidad descender sobre los cantos de su cerebro-de-granito. No era muda su serenidad, no era un silencio profundo, sino una tintineante caravana en los solares de su espíritu; las cosas viejas con las futuras se mezclaban en cada latido / del corazón, como yelmos resonaban los segundos, se derrumban / cual castillos, o como mirlos negros se posaban en su espíritu y trinaban. (XIX, 384-95). ―Como años ahítos‖ pasan los segundos en algunas ocasiones (XVIII, 1361). O se desploman lentos, envolviendo el pasado y el presente en la rapsodia XVII, cuando Ulises, sumido en una extática contemplación crea toda clase de seres que luego desaparecen, para sólo dejar a cinco de ellos que representan el drama de la vida, animados por el sonido de una flauta de hueso humano tañida por el asceta solitario: Ábrese la alba rosa del silencio y la noche entera desvaría y medita el gran asceta bajo el destello de la luna; sus ojos se extendieron y han cubierto hasta su cráneo, sus pies-y-manos se multiplicaron, se enroscaban en la Luz, diríase una rueda misteriosa que ha partido y no tiene detención. Cual dos cuchillos de doble filo, la vida y la muerte fulguraban en sus negros puños, jugueteaban, subían a lo alto y del aire caían, cruzándose y cambiantes-como-los-relámpagos. [...]Suavemente en el anochecer va cayendo la luna y exhala / la tierra un perfume acre y picante, como de caqui florecido, se mecen leves los follajes en la brisa, se estremece la yerba, y cual destellos de astros , los ojos de los pájaros se abren

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