La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
201 y cual tenue espuma y rumor cantarino, que se desvanece / quietamente y pasa, se va su espíritu sobre las ondas y recoge consigo los bravos que se mataron, los castros que se incendiaron y los navíos que se hundieron en sus ojos negros. Todo pende por postrera vez en sus gruesas cejas: ¡cuántas alegrías amarguras no tenía la tierra, cuántos / grandes abrazos, Y cómo en el mundo terreno cumplió el difícil deber! Mas de repente, cuando trajo al recuerdo los piélagos lejanos y a todos los príncipes de ayer despedía secretamente en / su espíritu, lanza un rito y el sudor bañó su famoso cuerpo ¡el bonete feroz del arquero divisa y sus barbas grises y sus anchos labios que ríen apenas y quedamente llaman: / Helena! Se sonrojó la-de-mejillas-de-lirio, su seno se agitó ¡Ay si pudiera, oh Dios, levantarse, destruir el hogar, estar en la proa de la nao y que soplara la brisa, cerrar de nuevo sus ojos, y que lo escrito se cumpla! Y mientras yacía en la ribera y agonizaba lentamente, centellea su espíritu, lanzó su último destello, y hete aquí que – niña de doce años, con trenzas colgantes – por los españadales del Eurotas se abalanza, corta / una caña verde, como a un corcel la cabalga y se va a lo largo de la orilla. Como estandarte de guerra agitaba su cinto virginal, su pecho cuan tierno membrillo afelpado perfumada, / su vientre florecía-como-nardo y en sus grandes ojos negros se sumía el mundo entero. Diversos serán los encuentros que tendrá la niña Helena con otros de los numerosos personajes del poema que ahora se encaminan hacia el agonizante Odiseo. Aquí la dejaremos en ese último peregrinar y sólo veremos su primer cambio de palabras, que será con el Eremita, aquel anciano que vivió toda una vida de virtud y renunciamiento que lo sació, y al que Ulises halló en la honduras de la selva africana, y a cuyo cadáver ―calmó‖, poniendo un puñado de tierra en su mano. Él llamará ―agua inmortal a la pequeña y virginal Helena. Y de pronto el anciano eremita husmeó en su tumba
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