La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

194 a beber la dicha toda del mundo en sus dos manos pequeñas 317 . El nuevo camino de la vida de Helena se afirma. El ojo de cristal se lo asegura. Y ella dos veces expresa claramente que la figura de Odiseo se está borrando: ―Ya vagas lejos en mi mente y te vas desvaneciendo, /¡oh Odiseo!‖ ―Si en verdad eres el alma seductora – que todas /las amarguras de la tierra y alegrías soportan tus rodillas sin temblar -, escucha: En el cristal que tú me regalaste para saber mi destino, veo erguirse a mi diestra un bárbaro de barba blonda en nuestra tienda roja, y sostener a mi hijo. Veo nueva tierra y mar ¡y tú, Ulises, has desaparecido!‖ 318 Helena va a cooperar en el plan destructivo de Odiseo y antes de que, después de la revolución, venga la despedida definitiva, reconoce su deuda con el raptor: ―Siempre he de conservar, querido, tu terrible mirada en las entrañas nutrirme cual fuego inapagable; porque mortal alguno no compartió contigo pan y sal, sin que su ser atravesara una llama destructora del mundo‖. Todavía veremos a Helena antes de que Ulises deje Creta luego de consumada la destrucción del ―régimen‖ de Idomeneo. Cunado están enterrando con gran tristeza a Stridás y a Fida, muertos en los combates, aparece brevemente la bella mujer: [...] cuando de improviso como un almendro florido al que / atavió la tierra, apareció el cuerpo grávido de Helena, la-que-va-a-dar-a-luz. Resplandecían al sol sus túrgidos pechos floridos y en fruto, y el esposo rubio, silencioso, inclinado, la seguía 319 . 317 Odisea VII, 306-331. 318 Ibídem, 447-452. 319 Ibídem, 838-841.

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