La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
189 estuvo ella y dónde sólo su imagen en los años de la gran contienda por ella causada: Callaba Helena, escuchando contenta en medio de la noche su leyenda enrollarse en el huso de la fantasía. No era una sombra la que se tendió en los lechos muelles, no era una sombra la que gemía bajo el abrazo estrecho; mas callaba, pues le gustaba escuchar a los varones con sus palabras que-coge-el-viento traer y llevar su nombre 311 . Helena juega con la confusión de verdad y ensueño que trae el éxtasis provocado por el vino, mientras que Odiseo trata de afirmarse en la realidad casi increíble que está viviendo: [...] Pero el pajarero juntó sus cejas y se le aproxima: ―Esta noche en que te veo y está el espíritu transportado / por el vino, brillas como lucero matutino y veloz cambias de aspectos, por este cuerpo mío que soporto y esta alma que me ciño, ¡esta noche, Helena, quiero separar verdad de sueño!‖ Rieron vivazmente a la luz los ojos de la seductora: ―¿Cómo podría, hombre-de-mi-tretas, el superficial cerebro / humano separar verdad de sueño, la niebla de la bruma? Vino la vida me parece, vida también la muerte, ¡y nos / embriagamos! ¿Era yo quien reía y lloraba en las costas de Troya, o era mi sombra vacía, y yo en el lecho de mi esposo soñaba con raptos, con jóvenes hermosos y bravuras? Y ahora que de nuevo nos sentamos a una mesa pacífica, se nubla nuestro espíritu y el sueño sopla y cruje la fortaleza como un velero ¡y se marchó en las alas del viento!‖ 312 Al llegar el momento de marcharse para siempre, abandonando definitivamente a Menelao, ahora en pleno sueño, Helena vacila. Como Odiseo en su Itaca, ella se siente ahogada en su hogar y en Esparta. No quiere perder su alma. No habrá otra oportunidad para liberarse. 311 Odisea, IV, 10971-1102. 312 Ibídem, IV, 1097-1119.
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