La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
188 Desdichados, no pudisteis percibir que todo aquello era un juego del maligno que, sito en las alturas, juega con los humanos, construyendo con luz y rocío los famosos castillos ¡y Helena pasaba como una sombra incorpoórea, botín del éter! [...] ¡Sombra y bruma todo sobre la tierra: no existe / Helena alguna! 309 Otro personaje ―nuevo‖, Centauro, el más realista de los compañeros de Ulises, califica de ―sueño‖ todo el largo encuentro con Helena en Esparta y luego su actuación en Creta. Mientras navegan por el Nilo hacia sus fuentes, después de haber intervenido en una revolución con el régimen de los faraones, Orfós, el flautista recuerda a Helena. El poeta aprovecha la oportunidad para recordarla también cuando recién ha dado a luz allá en Creta. Al descubrir ella su seno, destellan las ventanas y un fulgor alcanza la mente del músico las soledades de África: Y una mañana la mente del flautista brilló como una rosa: pasaron por su pensamiento los senos de la seductora Helena. Por allá, en la mar índiga, en la isla señorial, tendida estaba entre sábanas blanca y sus dulces ojos admiraban a su vástago en el cesto verde. [...] La madre sonríe y descubre el seno; destellaron al punto las ventanas y refulgió allá en las soledades calcinadas del África la mente del flautista. El vértigo lo cogió, palpita su corazón: ¡Ay de mí, barre mi pensamiento el bóreas y me trae a Helena; Dios mío, ¿dónde está su renombrado cuerpo? Y suspira el de-doble-asentadera. apresura su remo: ¡No te desgañites ni te vuelvas, músico, hacia atrás! Un dulce sueño era la mujer, la-de-cejas-arqueadas, / y luego el gallo cantó. Vamos; pasó el pasado como olas que se deshacen 310 . En el poema de Kazantzakis, Helena goza sintiéndose una leyenda y sabiendo que los hombres traen y llevan su nombre y se preguntan dónde 309 Odisea, XXIV, 964 y 981. 310 Odisea, IX, 962-963 y 983-992.
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