La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

187 dice ante los desconcertados compañeros de Menelao: ―Yo no fui a Troya, sino mi imagen‖. Y modernamente, Seferis, en el poema homónimo retoma el motivo de la Helena ausente de Troya. El poema termina con la expresión de frustración de quienes lucharon por causa de una fantasma. Teucro, que fue destinado por Apolo para ir a Chipre y fundar allí una nueva Salamina, se pregunta: si es verdad que algún otro Teucro, después de años, o algún Áyax o Príamo o Hécuba o algún desconocido, anónimo, que vio sin embargo un Escamandro desbordar de cadáveres, no tiene en su destino oír / a mensajeros que vengan a decir que tanto dolor que tanta vida / se fueron al abismo por una túnica vacía por una Helena 308 . En un sentido distinto del de la leyenda sobre el traslado de Helena a Egipto y su reemplazo por un fantasma, también un personaje ―nuevo‖, no homérico, de la Odisea considera humo y sueño a Helena. En la última rapsodia, cuando el príncipe Manayís, convertido en asceta desde su encuentro con el asceta Odiseo, en las honduras del África, está muriendo, aparecen dos peregrinos griegos. Ante la orgullosa presentación que éstos hacen de ellos mismo y de su patria, ―movió la cabeza el anciano, sonríe con dulzura: / ¡Dioses, leyes, patria, costas: humo de vuestras cabezas!‖. Los peregrinos creen haber llegado la país de los lotófagos, por donde pasó Ulises en su homérico viaje; y reponen: No era una sombra, oh mi olvidadizo, la famosa ciudadela la noche santa en que fue saqueada por nuestros / renombrados ascendientes; y cuando a la flor de la Hélade, a Helena, la-de-senos-de-nardo. la sacaron en lo alto de los brazos de entre las rosas / sangrientas del incendio, ¡una bruma no era, sino un cuerpo tibio y muy dulce de mujer! El anciano insiste en que todo aquello eran ―criaturas de la imaginación‖ o juegos de algún dios maligno: 308 Y. Seferis: “Heleni”, Piímata , 20ª edición, Editorial Íkaros, Atenas 2000, p. 242.

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