La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
178 en el momento del reencuentro en Troya recuerda la afirmación de Teucro en la tragedia de Eurípides: ―Menelao se la llevó, arrastrándola por los cabellos‖. ―¿Recuerdas otra noche, querido, cómo te lanzaste, / cuando todos, hombres y dioses me abandonaron, en la puerta de Caronte, y sacaba el rubio Menelao el espadín para segar mi cuello?‖ Habló la de boca-de-sortija y las estrellas la bañaban; y el seductor-de-corazones comenzó a ordenar las redes: ―Todo se borró, se hundió en la tierra; lo pasado pasó; y simple y puramente gozo este momento santo en que estoy aquí, erguido, en este atrio famoso, con mis / cabellos grises, y sostengo en mis manos mortales a la luna inmortal; ¡primera vez, lo juro, que contemplo y toco a Helena!‖ Callaron, y el tiempo se detuvo sobre las dos cabezas, como el águila que se mece en las alas sobre la cima del aire. Acaso pasó un instante, acaso también diez años, los diez años que se borraron cual un relámpago para que / fuera tomada la Ciudad. Todo se trocó en mármol en la sala; todo en el pecho / se detuvo; y la vida brumosa se aclaró y un cuento se volvió. No hubo matanza ni incendio, no hubo una soberbia / ciudadela, ni un buen mozo lascivo raptó a la hija-del-cisne: un hondo llano con azucenas rojas, un caramillo de / enamorado zagalejo cogió dulcemente, poco a poco, sus espíritus, como nimbos, y los depositó con levedad sobre / lejanas cumbres 292 . Los poetas han imaginado en distintas formas la actitud de Helena en el momento de la catástrofe de Troya. ¿Tristeza, piedad para tanta víctima, temor al reencuentro con el esposo, indiferencia? Julián del Casal ha evocado el panorama de la Troya destruida, humeante aún, sembrada de cadáveres, y Helena, con suprema indiferencia, mirando el horizonte con un lirio en la mano: 292 Ibídem, 1071-1081.
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