La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

177 algunos aspectos de la relación de Odiseo con Helena. El recién llegado ha conseguido que los rebeldes no sólo depongan su actitud, sino que, además, guarden sus cosechas en las bodegas del rey. Odiseo se introduce en el palacio, mientras el soberano está ocupado en vigilar el acarreo. Asistimos entonces al encuentro de Odiseo y la famosa mujer: Y hete aquí que una alta señora apareció y se detuvo / en el umbral; la tez, el cuello, las manos, esparcían inmóviles un velado destello de luna en los áureos marcos-de-la-puerta. El corazón saltó y aletearon las sienes del hosco solitario: la-de-las-cejas-arqueadas lo esperaba en el pórtico inmortal. Largo rato, en silencio, se estrechan en dulce unión las manos, y quedamente gozaban los dos el sabor del reencuentro no / esperado. Por fin, velada como el rumor de un árbol, se oyó la voz de / la mujer: ―Muy buena es esta tierra; muy dulce la vida en este mundo. ¡Mi dios, en mis dos manos tengo el puño de Odiseo!‖ ―¡Y yo amo la tierra, porque las manos de Helena sostengo‖. Dijo el astuto y trataba de distinguir en la penumbra si los ojos de estrella se empañaron y si grises se volvieron / los cabellos. 291 Se introduce aquí un elemento nuevo en la historia de la relación de Odiseo y Helena y que, en cierta medida aparece contradictorio con otro que antes el poeta ha puesto en el recuerdo del navegante: la sonrisa de Helena para él desde la cubierta del barco que la devolvería desde Troya a su hogar de Esparta. Y es, asimismo, contradictorio con el episodio de la salvación de Helena por Menelao de entre las llamas de Troya, que relata a Ulises el propio rey, diciéndole que considera ese momento como el más elevado de su vida. Ahora, en este reencuentro, Helena y Odiseo se acuerdan de que fue éste quien salvó a la mujer del puñal de Menelao, cuando el marido, ante la inacción de hombres y dioses, se lanzaba a castigar con la muerte la infidelidad de su esposa. ¿Qué habría pasado después de ese episodio? ¿Menelao habría recapacitado y su mujer, tranquila ya y serena, al partir el navío que la llevaba a Esparta, le habría sonreído a su salvador? La mención del Menelao furibundo 291 Ibídem, 1048-1060.

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