La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

176 y adiós a los bravos que resplandecían en la arena. Se volvió. Lo divisó permanecer erguido en la ribera / con su cofia, y lenta y profunda le sonrió; brillaron los albos velos, y se difundió en su espíritu una luz suavísima, como / si amaneciera. Así, en el bienestar del baño, en la bruma del silencio, los párpados gruesos refrescados retenían la belleza; como jazmín que a lo lejos se abre y cierran los ojos / los caminantes y se sumen hondamente en la dulzura de la flor lejana, de tal modo el arquero a Helena en la brisa respiraba. Su semblante cambiaba, jugaba, fulguraba cual astro, y aún el cerebro humano no puede distinguir bien si su verdadero cuerpo florecía entre los muros de Troya, o si su sombra vana a la vez perseguían amigos y enemigos. Pero ahora él, con mente despejada, corre a ver, a tocar, y si no se desvanece entre sus manos como una nube de aire, con oscuras caricias, con habla engañadora, habrá / de seducirla. Tal así corre el torrente a la mar, entre danzas y risas, así ella, todo el día inclinada, lo miraba y toda la noche / lo escuchaba, y ya un día suspiró ella también y se dispuso a partir: como un río profundo se deslizará en torno el / espíritu de Ulises. 289 Más tarde, Odiseo le hablará a Helena de esta leyenda que se está tejiendo y ella escuchará contenta ―su leyenda enrollarse en el huso de la fantasía‖ 290 . En el camino a Esparta, los amigos han visto cómo oleadas de bárbaros rubios están invadiendo el país. Y al llegar al palacio de Menelao, lo encuentran casi sitiado por ciudadanos sublevados que no soportan ya la escasez de alimentos y la pobreza, así como la indiferencia del rey y la abundancia en que éste vive. Ulises, pese a quedar mal impresionado por la decadencia de su antiguo amigo y a que enseguida va a decidirse a marcharse con Helena, ayuda a Menelao a neutralizar la revuelta. Pero aquí nos interesan 289 Ibídem, III, 821-846. 290 Ibídem, 1098.

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