La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
164 Las lágrimas lo han retornado a la conciencia humana e igual como lo hizo en la isla de Calipso, Odiseo construye rápidamente una barca para proseguir su camino. Y, de nuevo a diferencia del relato hecho ante los feacios, esta narración nos hace ver una Circe agresiva, que insiste en retener al peregrino y lo apostrofa al verlo partir, ponderándole el olvido piadoso que la animalidad proporciona: De nuevo cortó el bosque, forjó alas nuevas, remos velas, y mástiles en el alma para que se alce y parta. Nuevamente bendice mi velamen la brisa - ¡salud-y-alegría! - / y zarpo. En la arena salta aullando la quemadora-de-hombres, de / levantadas caderas. Al lado suyo brincan los negros leopardos como llamas, y todos juntos los cuerpos soleados desde la playa arenosa / así me gritan: ¿Dónde vas a las cuitas del humano y a los abismos de la / mente. Mi negro seno es tu patria y por más que a extraña tierra / vayas, un puerto más sereno no hallarás, olvido más piadoso; ¡pues llena está de carne, de mujer dulcísima es el alma! ¡Voces estridentes, llamadas del deseo! Mas poco a poco / se apagaron y la rada arenosa se sumió en la calcinante luz del sol 269 . 269 Ibídem, II, 367-379.
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