La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

163 Se juntaron los hombres junto al fuego y se sentaron; y se allegó también la madre y tendió la mano a la compaña y doble ración de pan, doble porción de pescado ella recibe. Con avidez comían, masticaban en silencio, contemplando / la mar; se enjugaban los mostachos, la botella de vino inclinaban / y bebían, y pasaba al amigo del lado y después a la madre. ¡Pobre alegría mía inmortal, pan, comida, vino, y ante ti que esté la mar azul, y masticar lentamente, y sentir más fuerte el alma y la carne renovarse: y yo creo, Dios mío, que he probado esa dicha tan honda! Cuando han comido, se tienden, los brazos abiertos al ígneo / cielo, y mueve la mujer su cuerpo suavemente de un lado a otro, y un canto de cuna, lento, arrastrado, dulce, se / difundió en el aire. 267 El ver esa sencilla escena y el escuchar el dulce canto de cuna de la joven madre hacen vacilar los sentido ya animalizados de Odiseo. Trata de recordar una escena similar y surge la imagen de Penélope, mujer de- marmóreo-pecho, de su hijo, de su isla lejana: Vacías caían las palabras, se hundían en el limo / de mi espíritu; mas recibía en mi entraña el dulcísimo son y temblaban / jadeantes de ansiedad las telas pesadas y de-envoltura-gruesa de mi corazón. Sentía dolor, trataba de recordar, abríase-y-cerrábase mi pecho - vasto patio, mar azulado, higueras, olivos, viñas - y una mujer de-marmóreo-pecho que amamantaba a / un infante: ¡ay de mí, si pudiera subir a una alta cumbre y una aguda voz / sacar! Y repentinamente mi garganta se hinchó y / mis sienes estallaron: ¡y otra vez me trajo hasta ti el llanto, estirpe humana! 268 267 Ibídem, II, 337-357. 268 Ibídem, II, 358-366.

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