La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

161 Odiseo comienza a perder el rumbo, no sólo del camino que lo debe llevar a Itaca, sino de la senda del ser humano: Mas cuando en el áureo palacio húbeme bañado y sirvieron la cena en el fresco jardín y espumaron las crateras y escuché la dulzura de la voz, volví a olvidar el deber. ―¡Te bañaste, amado mío, has cenado y bebido, se abrieron / otra vez las venas y luce tu gran cuerpo como sólo de veinte años, lozano y / vigoroso; ven para que juguemos en mi lecho y gocemos juntos!‖ Y una capa de mejorana extiende y luego una de albahaca y rumoreaba aquel lecho cual caverna de-mil-años. Perdióse el sol, deslizóse el alma entre los rizos y esfumóse; tomó forma de cerdo el rostro luminosos del humano y se apagó la llama que en vigilia temblaba entre las cejas. Pálidas florecillas perfumadas, la vergüenza, virtud / y bondad, cuán por encima arraigáis, ¡ay de mí!, ¡cuán presto os / marchitáis, y cuán hondo agarra dentro de nosotros nuestra madre arcilla! ¡Cómo olvidar, oh dios, la alegría que bramaba en mis riñones al ver al alma, a la luz, a la virtud borrarse! Apretadas las manos y los muslos, rodábamos en la arena / ígnea, trenza de víboras que se apegan en el sol y silban. Hay, pues, una gran diferencia entre el encuentro con Circe del Odiseo homérico y el del Ulises de Kazantzakis. Aquél, auxiliado con el consejo de Hermes, pudo hacer frente a Circe y conseguir que ésta cambiara radicalmente de actitud. Después, con dominio sobre ella e imponiendo sus condiciones, se entregó al amor. Ahora, en la nueva Odisea, el peregrino cae, como en el poema antiguo sus compañeros, en la trampa de la diosa y empieza a perder su calidad de ser humano. El proceso de deslizarse en la bestialidad se detalla en los siguientes versos: Poco a poco, la razón enmudeció dentro de mí; se ahoga / el fuego en el hogar y el espíritu emponzoñado se hace carne y hacia el vientre

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