La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

148 cual brazo firme estrechada mi cintura. El grillo que no calla de tu beso y tu mirar me hicieron inmortal. Nada veo ni escucho. Como abejas el antiguo recuerdo me circunda. Me llaman las gaviotas. Clama el ponto. Tiembla la espuma en mis párpados húmedos, y la inmortalidad me es servidumbre. Dame otra vez el incierto destino; que me lleve la libre fantasía en un madero por la mar salada. En este segundo soneto, hay un elogio de la maravillosa hermosura de la diosa. Pero el llamado de la sangre mortal es muy fuerte, pese a que la inmortalidad la quiere helar. El destino del mortal está hasta en la raíz de los huesos de Odiseo. El último verso resulta lapidario - paradojal para la mayoría de los hombres: Ulises quiere librarse de la red de Calipso "para vivir, para luchar, para morir". Odiseo a Calipso Tu cuerpo resplandece como un templo en la roca enhiesto y blanco cual la nieve. Y tus peplos sólo al pasar los tiempos los mueven, como las brisas a los mares. Mas dentro de mí sangre mortal corre, que queman pasión antigua, odio y dolores; y la hiela la inmortalidad que impones y quedo aferrado a tu pétreo costado. Quiero partir. De la muerte el destino está en mis huesos muy enraizada. Me hala desde la puerta del Olimpo la vida del humano la mil-veces-amarga. Líbrame ya de tu engañosa red,

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=