La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
125 y se tendió – postrera vez – junto a la infeliz mujer. Un dulce sueño, reparador, le hizo descansar el pensamiento; mas antes de aclarar se alzó el gallo colorado y cantó en el patio grande, en los bordes del brocal. Y oyó en su sueño el arquero al ave alegre de-la-cresta-triple; levántase de un salto y se ciñe la daga de hierro, cuelga el arco enroscado en sus espaldas tostadas, y abre furtivo la armella, que la mujer no se asuste. Mas ella la noche entera velaba con los párpados cerrados, y sellaba sus labios una incurable pena muda; y al crujir el cerrojo, los ojos entreabre suavemente y divisa en la brumosa aurora al marido que se marcha. No se movió ni se arrojó a abrazar llorando sus rodillas; Bien sabía la infeliz que no hay ya esperanza alguna; mas cuando oyó los escalones rechinar y llorar, se levantó y a la ventanilla azul se abalanzó y alcanza a divisarlo cómo cruza en puntillas, calmado, por los atrios e, igual que / un ladrón, coge ansiosamente el pasador de bronce del portón, y, sin volverse hacia atrás, atraviesa con ímpetu la puerta; la desdichada entonces ya saca los lamentos y se desgarra / de dolor piel y cabello. (1445-65) A continuación, queremos recordar tres poemas de autores neogriegos que han tocado el motivo , o, quizás mejor, la persona de Penélope. Uno de ellos es Yanis Ritsos, en su poema La desesperación de Penélope . Aquí en breves versos aparece el motivo del terrible desencuentro, de la gran desilusión de la esposa, después de la larga espera. El último verso nos habla de resignación, pero la palabra del título ―desesperación‖ parece hablarnos con toda su fuerza, así como la terrible imagen de los pájaros bordados por Penélope con hilos rojos y brillantes, que se vuelven de color negro y ceniciento ―aquella noche del regreso‖. No es que no lo haya reconocido a la luz del hogar; no eran los harapos del mendigo, el disfraz, - no; signos claros: la cicatriz en la rodilla, la fortaleza, la astucia en el ojo. Asustada, apoyando su espalda en el muro, buscaba una excusa, la demora de un poco más de tiempo para no responder, para no traicionarse. ¿Entonces era por éste por quien había perdido / veinte años,
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