La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

123 Penélope, en su tristeza y su temor, intenta hacer algo para apartar a Odiseo de su añoranza del mar: Antes, cuando la partida para Troya, que se recuerda en la Odisea homérica, ella nada pudo hacer para impedirla. Ahora trata de hacer algo para que no se consume el abandono. Disponía la pobre mujer que canten las esclavas con sus voces dulces para que apaguen el rumor del mar. Pero él estaba siempre entre las velas y contemplaba el ponto: brisas, olas, aves, voces, eran sus mesas preparadas: 206 La relación entre el padre y el hijo se ha hecho cada vez más tensa. Telémaco entra decididamente en la trama de una conspiración. Penélope intuye la situación, pero no hace nada por denunciarla. Su dolor ha llegado al extremo de desear que su esposo nunca hubiera regresado y todavía vagara, anhelando ver de nuevo el humo elevándose de su casa. El poeta la ve no sólo llorando, sino también mesándose los cabellos. Ella ha sabido de las nuevas aventuras de Odiseo en Itaca, junto a los amigos que ha estado eligiendo para partir otra vez. Y Penélope, la mujer discreta, siente en silencio estrecharse el lazo alrededor del cuello de su esposo, mas cerraba los labios, pues quemaban su fiel corazón las múltiples historias que de la playa provenían y al palacio envolvían. Y cuando con esos vagos la noche entera jaraneaba por la arena, por su hijo y su casa y su elevada estirpe avergonzábase: ―¡Ojalá que en otras costas aún errara y ver el humo deseara levantarse del tejado del hogar, pero nunca – dios mío, lograran tocar sus manos la tierra de la patria!‖ Tales amargas penas le cobrabas, mujer de-mal-destino, y desesperada y silenciosa, en soledad mesabas tus cabellos 207 . Odiseo, en el relato de sus penurias había dicho que al rechazar el mundo feliz que podía ofrecerle Nausícaa, en el país de los feacios, había pensado en tal belleza para su hijo. Ahora da realidad a su idea. Envía mensajeros a la isla bienaventurada. Llega la novia al fin y se realizan las ceremonias. Aquí, Penélope debe aparecer como reina suegra. El poeta habla de 206 Ibídem, II, 732-735. 207 Ibídem, II, 1108-1118.

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