La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
117 los pretendientes y de las viudas de los muertos en Troya, va al centro del palacio. Reanímase la reina y, sin despegar los labios, se adelanta al umbral y abraza las rodillas de su esposo; pero él, de prisa, ordena a las mujeres refugiarse por los altos, y vuelve la cabeza y a grandes voces a su hijo llama 194 . El temor es el sentimiento que sigue dominando a Penélope. Acaso ha querido pedir a Ulises clemencia o comprensión para con los descontentos. La primera noche en su hogar la duerme Odiseo en el lecho matrimonial, aquél que labró sobre un tronco de olivo. Nada hay que muestre un contacto entre los esposos. La mujer lo mira desnudarse furtivamente y con temor. La noche no ocupa siquiera un verso: [Odiseo] cuelga su vestimenta púrpura, y lucientes brillaron a la luz de la lámpara su pecho velludo, sus muslos, sus espaldas, y diríase que el fuego invadía la pieza. [...] Esbelto y rápido cual un muchacho saltó y trepó el casto lecho, el-de-tantos-sufrimientos, en olivo labrado; y Penélope, en silencio y con temor, abría levemente los ojos de largas pestañas y lo miraba, furtiva. 195 Más adelante, siempre en la primera rapsodia, Penélope es nuevamente nombrada como la reina. Un anciano la menciona así, cuando expresa a Ulises – sin reconocerlo – que poco le importa si ha llegado o no el rey. Odiseo, después de haber subido a una cumbre desde la cual, por una vez, contemplará con lágrimas de emoción toda su isla, encuentra a un viejo labrador en una humilde cabaña, en el bosque, y, después de calmar su sed, le anuncia que ha llegado el rey de Itaca. Pero el anciano muestra completa indiferencia: Qué nos importa, oh Dios, a jornaleros y sirvientes si llegó el rey o pereció en olas de otros mares; la lluvia nos preocupa y nuestros huertos y corderos y el pan sagrado que los dioses nos dan como alimento ganado con / sudor. 194 Ibídem, I, 198-201. 195 Ibídem, I, 533-535 y 539-541.
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