La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
116 conformando en Odiseo la idea y luego la decisión de volver a partir de Itaca. Aquí nos interesa la persona de Penélope. En la nueva Odisea , la figura de Penélope es verdaderamente trágica. Aparece maltratada por el esposo que finalmente retornó y hasta por el poeta. Puesto que el relato de Kazantzakis comienza a continuación del verso 477 de la rapsodia XXII, cuando iniciamos la lectura de la nueva Odisea , no ha habido reconocimiento entre los esposos. Somos testigos del primer encuentro. En el verso 24 vemos a Penélope, que está sentada en el trono. El poeta la menciona desde ya como ―la pobre mujer‖. En el momento en que terminan veinte años de espera, ella se vuelve silenciosa y pálida a ver a Odiseo que hace su entrada en la gran sala. Pero los sentimientos de la mujer no son de alegría, sino de miedo ante el aspecto feroz de quien recién ha terminado de matar a los pretendientes. Esa especie de monstruo ensangrentado no es el esposo a quien tanto esperó. También Ulises es presa del desencanto al encontrarse frente a la mujer a la que por tantos años anheló volver a ver. Es más, lo domina la ira, pues la imagina aún ―mezclada‖ con los pretendientes. La escena del encuentro es realmente patética y está muy lejos del proceso de la anagnórisis en Homero: Penélope que, silenciosa y pálida, en el trono esperaba, se vuelve a ver y tiemblan sus rodillas de pavor: ―No es éste el que aguardé año tras año, oh Dios, con tanto anhelo, un dragón gigantesco que, semejante a un hombre, nuestro / palacio pisa‖. Presintió el arquero-del-espíritu el oscuro pavor de la pobre mujer y suave dice así a su irritada entraña: ―Alma mía, ésta que, inclinada, tanto tiempo te espera para que abras su cuerpo y con ella te fundas entre voces gozosas, es la mujer que anhelaste mientras luchabas con el piélago‖. Dijo. Mas no se estremeció su corazón en su pecho agitado. Olía aún dentro de sí la sangre de los muertos y todavía entre los cuerpos de los jóvenes ve a su mujer mezclada. Torvamente la mira y el enojo su mirada enturbia: ¡la hubiera atravesado con su espada en el ardor de la pelea! 193 A este primer encuentro, sigue el primer y único contacto físico, aunque fugaz, de la mujer con su marido. Éste, luego de gozar de un baño tibio y de captar las primeras señales de una sublevación de parte de los parientes de 193 Odisea K, I, 24-38
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