La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

113 virtuosísima. Como la intachable Penélope, hija de Icario, ha tenido tan excelentes sentimientos y ha guardado tan buena memoria de Odiseo [...], jamás se perderá la gloriosa fama de su virtud, θιένο ηεο αξεηεο , y los inmortales inspirarán a los hombres de la tierra graciosos cantos en loor de la discreta Penélope‖ 188 . Por su parte, Penélope está consciente de su gloria. Cuando el pretendiente Eurímaco la elogia por su belleza, su sabiduría y su rectitud, ella replica: ―Mis atractivos, la hermosura y la gracia de mi cuerpo, destruyéronla los inmortales cuando los argivos partieron para Ilión y se fue con ellos mi esposo Odiseo. Si éste volviendo, cuidara de mi vida, mayor y más bella sería mi gloria κεηδνλ θε θιένο είε εκόλ θαη θάιιηνλ 189 . Pero el mayor elogio de Penélope lo tejió el propio Ulises, cuando, todavía en apariencia de pobre forastero, comienza a contestar las preguntas de la mujer: ―Ninguno de los mortales podría censurarte, pues tu gloria llega hasta el anchuroso cielo como la de un rey eximio y temeroso de los dioses, que impera sobre muchos y esforzados hombres, hace que triunfe la justicia y al amparo de su buen gobierno la negra tierra produce trigo y cebada, los árboles se cargan de fruta, las ovejas paren hijuelos robustos, el mar da peces y son dichosos los pueblos que le están sometidos‖ 190 . Así como Penélope fue inmortalizada como prototipo de esposa amante y fiel, Odiseo pasó a la inmortalidad como paradigma del hombre fiel a su hogar y a su patria; como el hombre que, durante diez años, lucha con poderosos enemigos, enormes obstáculos y graves tentaciones, para volver a su tierra y a su casa. Pero tanto en la Odisea como en la Ilíada , varias otras cualidades – positivas y negativas – caracterizan a este hombre ―de múltiple ingenio‖. No es extraño, entonces, que ya en la Antigüedad surgieran versiones distintas acerca de lo que fue su vida después de su retorno a Itaca. 188 Ibídem, XXIV, 192-198. 189 Ibídem, XVIII, 251-255. 190 Para F. Frontisi-Ducroux y J. P. Vernant, aquí Ulises pinta “magnificado, su propio retrato; al expresar la gloria de su mujer, dibuja la figura ideal de lo que él será, de lo que debe ser al término de sus vagabundeos, cuando vuelto a ser él mismo y restablecido el orden y la paz, reine de nuevo sobre la tierra y el pueblo de Itaca". Estos autores recuerdan también, a este propósito, la descripción que del buen rey, dispensador por su virtud de todas las bendiciones, que hace Hesíodo, Los trabajos y los días , 225-237. “En el ojo de Penélope”, en En el ojo del espejo . Sin mención de traductor, F. C. E., Buenos Aires, 1999, p. 193.

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