La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

108 mas cuando extendía la mano para acariciar al animal, se remeció la fragata-de-hielo y se inclinó en la espuma 179 . Con este último acto de amor, que no alcanza a ser correspondido con la caricia del amo (como no pudo ser correspondido el ―gesto‖ del animalito antes de morir, en el poema homérico), el perro Argos desaparece en el mundo de las sombras, esta vez para siempre. Y así, entre los innumerables personajes del poema de Kazantzakis, hemos dado una mirada a uno de los tres más humildes y acaso los más llenos de amor, de humilde presencia en la Odisea homérica y en la nueva Odisea del escritor cretense: Laertes, Anticlea y Argos. En otros poetas neogriegos, no hemos encontrado recuerdos de Argos, salvo las menciones asociadas a otras más importantes de Odiseo. Por ejemplo, en Seferis, en Sobre un verso ajeno , el perro aparece en la referencia al anhelo de Ulises de ver de nuevo […] "el humo que brota de la tibieza de su casa y su perro que envejeció esperando en la puerta" Pero hay quien lo ha recordado, imaginándolo aún con fuerzas como para saltar hacia el barco que trae a su dueño, a quien tanto ha esperado. Es el escritor Kostas Asimacópulos, novelista y dramaturgo, quien evoca a Argos en este soneto. Al fin un barco trae al amo, y lo trae vivo, convertido ya en "símbolo e idea": El viejo perro aquel de Odiseo con una firme fe se da valor, y lo recuerda a su buen amigo y del puerto su última salida. Ya nadie tiene idea qué es de él; y pues ha tiempo que no llegan nuevas suyas, los amigos lo olvidan, diz que en una antigua, extraña historia ya haya muerto. Sin embargo, no deja el viejo perro de tener fe del amo en el retorno y de continuo el piélago avizora. 179 Ibídem, XXIV, 1291-1294.

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