La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis
105 Ahora se oyó rugir la ola, restallar y jugar como el perro amarrado que al amo reconoció y gruñó; y el opulento noble-de-la-mar lo saluda con afecto: ―¡Enhorabuena ante mi casa te encuentro, mi perro viejo y fiel; ola mía, no me has olvidado todavía y con ternura me ladras!‖ Salta y agachado lo acaricia, toca la blanca mota; se acordó de otro fiel animal, hace ya miles de años, cuando agitaba su rabillo en su patio mancillado, y se lanzó a darle bienvenida, despreciando a los / pretendientes enemigos. ―¡Argos!‖, llamó ahora en su pensamiento, y el perro brotó lleno de lodo desde la tumba, moviendo su lomo 176 . Esta aparición de Argos desde la tumba queda sin continuidad en esta rapsodia vigésimo primero y en la que sigue. En la rapsodia vigésimo tercera, cuando Odiseo llama a todos los que lo amaron, Argos, en su tumba, oye un silbido del amo y sale de su sepulcro. En este pasaje se recuerda el correspondiente de Homero, pero en forma muy especial, como veremos; pues se suponen hechos que no están en el poema antiguo. Este ―agregado‖ al relato homérico es lo que permite que el perro exprese amor y ternura con una intensidad y delicadeza acaso no igualada en el vasto texto kazantzakiano, con sus numerosísimos personajes e innumerables episodios.. Ahora, al partir desde su tumba en Itaca, respondiendo al llamado de Odiseo, Argos todavía tiene sangre que le sacaron las uñas de Ulises, cuando ―lo agarró sin piedad‖, para que no ladrara de alegría y lo delatara ante los soberbios pretendientes. Los ojos del viejo perro distinguieron y reconocieron al punto al amo, en cuanto lo vieron, y el animalito se arrastró gimiendo, ―con queja inexpresable‖, a entremeterse en sus pies; pero el terrible amo ―se bebió los sollozos en secreto‖ y lo asió por el cuello 177 . Y entonces fue cuando se derrumbó muerto el fiel animal, y al morir aún alcanzó a mover la cola por la dicha de haber alcanzado a ver a su dueño. En su tumba, los rasguños se volvieron collar de coral y las lágrimas de Odiseo, una perla. Con esta bella 176 Ibídem, XXI, 176-189. 177 Anotamos la curiosa coincidencia de que Jean Gione en Nacimiento de la Odisea , obra publicada como la de Kazantzakis en 1938, el viejo y fiel perro Argos aparezca reemplazado por una urraca domesticada. Reconoce al amo y comenzar a chillar, por lo que Odiseo, para no ser sorprendido por Antínoo, la estrangula con sus manos.
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