Ensayos sobre socioautopoiesis y epistemología constructivista

Recuperación del Observador lar. Así, los diferentes conceptos de 'verdad' nos trasladan a la necesidad de reconocer diversos sistemas de veridicción (sistema de construcción y desconstrucción de lo que se llama realidad), los cuales tienen estrategias (métodos/técnicas) de construcción– desconstrucción de la realidad (Zavala, 1998). Esta perspectiva permite plantear la necesidad de renunciar a la 'pureza' de los géneros o perspectivas, sobre todo si se reconoce que hay una dimensión cualitativa en lo cuantitativo y viceversa. Así, siguiendo a Guliérrez (1995: 27), podría proponerse un modelo como espacio continuo, cuyos extremos no están definidos por lo cuantitativo de un lado y lo cualitativo por el otro, oponiéndose y excluyéndose, sino por "una gradación que va desde el énfasis en la técnica y la ausencia de una reflexión epistemológica, hasta el énfasis precisamente en la reflexión metodológica y epistemológica". Como dice Gutiérrez (1995), si aceptamos que en ningún ámbito de la actividad humana existe una realidad dada, independiente del sujeto, entonces es necesario consi– derar la totalidad de las técnicas y prácticas de investigación como configuraciones his– tóricas (contingentes, coyunturales, sintomáticas) destinadas a la invención o construc– ción de realidades, dinámicas, actores, etcétera. Los datos, los textos, los procedimientos de análisis no constituyen intuiciones del proceso de investigación o derivaciones 'natu– rales' del método científico, sino, principalmente, efectos de significado, juegos de len– guaje, ámbitos semióticos de circulación. No son objetos dados sino construidos. Las técnicas no recogen después de rastrcar algo que estaba al principio simplemente, sino que seleccionan, escogen, captan. construyen un resultado, un producto, un sentido en el contexto de la lingüisticidad de lo social. Si se parte de que el conocimiento debe atender a todos los niveles de la realidad, los cuales tienen distinta naturaleza epistemológica, pueden distinguirse -desde la pro– puesta de Conde (1995)- al menos tres: a) el nivelo campo de los hechos, conformado por relaciones de indicación o designación de la proposición, en cuanto puesta en evidencia de lo que acontccc o se hace en un espacio-tiempo determinado; b) el nivelo campo de la significación, de la proposición, donde las significacio– nes son referidas a sí mismas, a un sistema de signos; c) el nivel o campo de las motivaciones, referido a las fuerzas motoras, pulsiones, deseos, que corresponden a la interacción social; es decir, a la intencionalidad y sentido (consciente o no). El reconocimiento de niveles o campos de la realidad no implica desconocer las limitaciones de cada enfoque. En este sentido, la perspectiva analítica por la que se opte permitirá definir, pero al mismo tiempo limitar el nivel de realidad con el cual se trabaja. Por esa razón, la estrategia de oponer las perspectivas ya no tendrá sentido pues serán planos diversos, mas no excluyentes, de la realidad. De lo que se trata es de saber en qué nivel se está y a dónde se quiere llegar; si se quiere cualificar o se quiere cuantificar un proceso social, o si se quiere hacer ambas cosas a la vez. Cada estrategia contiene sus propios límites para captar, reflejar, traducir e interpretar la realidad (Conde, 1995). Pareciera que en la última década se ha fortalecido la perspectiva de complementariedad ----en sustitución a la de exclusión/oposición-, al menos así lo mues– tran los estudios coordinados por Delgado y Guliérrez (1995) Ylos de Cook y Reichardt (1986), entre otros trabajos que reúnen diversas reflexiones en las que sc privilegian los métodos cualitativos, pero no se desconocen los cuantitativos. La presentc propuesta se encuentra muy alejada de pretender una simbiosis o síntesis de elementos opuestos bus– cando un supuesto 'equilibrio' ecléctico, sino más bien pensar -a partir de principios 199

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