Ensayos sobre socioautopoiesis y epistemología constructivista

Teoría de la Autopoiesis que puede haber una explicación más complcja que subsuma a ambas, que, de hecho son verdaderas o reales. Es el caso del mediador, que en una disputa entrc dos partes, encuen– tra argumentos a favor en ambas partes y, desde otra distinción la del acuerdo - logra subsumir o sintetizar ambas posiciones en una sola, respetando lo medular de ellas, al menos temporalmente o mientras se mantenga la vigencia del acuerdo. Siendo importan– te, desde la teoría de la distinción, que distinguir e indicar es una sola operación. por ejemplo, científica; de ello no se desprende quc las distinciones de la ciencia no sean objetivas, como de algún modo argumenta Maturana (13). La constatación de que, por ejemplo, pueda ser útil en terapia familiar valorar como igualmente válidas las distintas versiones de cada uno de los integrantes del sistema ante un conflicto es obvio en tanto los integrantes viven ese conflicto, lo sufren o disfrutan, más o menos irrellexivamente o al menos ateoréticamente en la pulsión de su vida cotidiana (14). Pero en el plano científico esto no es cierto. Inclusive desde la teoría de Maturana, podríamos aventurar que la ciencia tiene su "propia emoción". que no es otra cosa que una versión más de muchas viejas ideas al respecto, como la del marxismo y su "perspec– tiva de clase", James y Schütz y su idea de los "universos subjetivos cerrados", el "ethos científico" de R.K. Merton o la idea de Giddens de la "doble hermenéutica". Todas las ideas anteriores, aunque diversas, apuntan al dilema básico que es demarcar ciencia y no-ciencia en las observaciones. experimentos y teorías de las ciencias sociales. Sin embargo, a nuestro juicio, esto no constituye un óhice para las ciencias sociales. al me– nos no es un obstáculo insuperable y del que se deriva un laissez-faire, laissez-passer en el plano de la teoría y de la investigación. Dos teorías sohre una misma cuestión son igualmente válidas aunque difieran en su forma y contenido en tanto se inspiran en este ethos, hermenéutica, universo, perspectiva o emoción científica y no en un ethos, herme– néutica, universo, perspectiva o emoción literaria, ideológica o estética, lo que es bastan– te usual en estas disciplinas. Vale decir, las regla;, son de un cierto tipo y no de otro. Que una teoría tenga más adeptos o mayor reconocimiento social respecto a otra, es un pro– blema que pueden solucionar los sociólogos de la ciencia externalistas o los expertos en marketing. Que una teoría sea "más verdadera" que otra, es un prohlema que encuentra respuesta a través del tiempo, que se encarga de refutar. demostrar. desarrollar y plantear nuevos prohlemas a dichas teorías, las que en tales ejercicios se modi fican, robustecen o desaparecen (15). La propuesta de Maturana también incluye una idea curiosa. a saher. que ningún científico social puede hacer una teoría que no lo incluya. Insistimos, esa fue la preocu– pación del marxismo, cuando preguntaba a sus detractores ¿afirma eso desde la perspec– tiva del proletariado o de la burguesía? por ejemplo. Es una pregunta que tanto el holismo y la explicación de arriba hacia abajo como el individualismo y la explicación de abajo hacia arriba ya se han formulado persistentemente. Las evidencias le han dado la razón a la explicación intermedia: es un requisito que el investigador se incluya en una teoría, en algún sentido determinado (aunque esto puede ser falso en el caso de la demografía, la economía y la sociología, entre otras); así como es un requisito que el investigador se excluya de una teoría, en un determinado sentido (aunque esto puede ser falso para la psicología y, ciertamente es falso para los "know-how" tales como la terapia y la admi– nistración). El panorama de las ciencias sociales y de la conducta es demasiado diversificado y amplio como para plantear modalidades únicas de formación de teorías. Otra cosa es plantear que la ciencia debe considerar lo más humano de lo humano en su reflexión. Pero el "deber ser" es el lenguaje de la ética y no el de la ciencia. En todo caso, cabe señalar que las confusiones anteriores son menores si las com– paramos con la sentencia de que la cienci~ no explica la realidad, sino la experiencia de esa realidad. El error estriba aqul en otorgar a la ciencia un papel que jamás ha osado desempeñar. el de experieneiar la realidad. En filosofía de la ciencia. el concepto de experiencia alude a otras características tales como que esa experiencia sea comunica- 125

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