Ensayos sobre socioautopoiesis y epistemología constructivista
Teoría de la Autopoíesis el de la cognición, debemos incorporar el concepto de emoción. Siempre percibimos, y por lo tanto conocemos, desde determinada emoción. Teniendo en cuenta el acopIamien– to recursivo dinámico en que se encuentran los tres componentes básicos de la estructura del sistema, la cognición puede aparecer como el fenómeno en que queda más en eviden– cia este acoplamiento entre cuerpo, lenguaje y emoción. Tenemos estos tres elementos conformando la autopoiesis de un sistema cognoscitivo individual (cuerpo, emoción y lenguaje). Por lo tanto, desde el enfoque epistemológico unitario y discreto de Maturana, un sistema de interacción mínimo supo– ne dos individuos con estas características en su relación cognoscente con sus entornos. Ahora, es preciso identificar los elementos que constituyen la autopoiesis del sistema de interacción, que en el fondo es la pregunta clave en todo esto; si el sistema de interacción posee elementos de la autopoiesis de sus componentes, ¿cuáles serían éstos') A nuestro juicio, el elemento emergente - y que por tanto no podría ser reducido a ninguno de los seres humanos partícipes de una relación que podría caracterizar la interacción social según el autor sería ellenguajear, que se define como el fluir en coor– dinaciones de coordinaciones conductuales consensuales. Sin embargo, esta opción enfatiza únicamente el acuerdo o la colaboración, es decir, aquellas interacciones socia– les fundadas en la emoción de la aceptación mutua (o amor) (8). Es decir, hay interacción social cuando, operando como entes discretos, como seres biológicos, compartimos un lenguaje cuyas propiedades en un dominio de realidad especificado hacen posible coor– dinar conductas en función de objetivos recíprocos. El lenguaje en esta acepción es sinó– nimo de reglas de operación en un espacio de propiedades que pemüten esas reglas, cucstión que implica, obviamente, coherencia operativa (cuestión que el autor destaca como de gran interés siendo en términos lógicos una máxima trivialidad). El ejemplo del taxista y el peatón que requiere taxi es famoso. Sólo hay interacción cuando taxista y peatón coordinan conductas individuales con el fin de coordinar el evento final consen– sual entre taxista que alcanza a prestar su servicio y peatón que puedc satisfacer su de– manda dc transporte. Estamos en desacuerdo con tal concepción por dos argumentos. El primero, es debido a que tal concepción responde más bien a una fenomenología fisicalista en vez de una fenomenología social. La coordinación para la acción social es, sin duda, un tópico clave de toda teoría de las ciencias sociales, pero no creo posible reducir lo social a ella. Tal neo conductismo impide abordar la gran mayoría de las interacciones sociales, donde la coordinación surge como eslahón final de una engorrosa cadena de acciones sociales de otro tipo. Además, esa óptica impide abordar con propie– dad las interacciones comunicativas, en especial las íntimas, a menos que el autor des– eche algunas de sus definiciones claves, como lenguaje y lenguajear. Los precedentes de intentos como ese han sido rechazados por las ciencias sociales, por parciales, superfluos c inconducentes desde hace mucho tiempo. El segundo, porque no es posible Ca menos que integremos nuevamente la moral y las ciencias sociales, cuyo matrimonio termino mal avenido y sin ningún resultado provechoso distinguible) etiquetar la intcracción so– cial desde la perspectiva unilateral de que tales interacciones se corresponden únicamen– te eon el caso particular de la colaboración, excluyendo el conflicto, la costumbre u utros casos. Un buen ejemplo es su análisis de las relaciones de coordinación para completar una tarea, que las llama "comunidad laboral", utilizando el clásico pero ya improcedente concepto de T6nnies. Es interesante la concepción de que los sistemas vivientes conservan su corres– pondencia estructural con el medio mediante interacciones recurrentes que ocurren en el dominio dc coordinaciones de acciones consensuales, Existiría un acoplamiclllo conductual entre individuos, donde la conducta de uno de los organismos pasa a scr fuente de deformación para el otro y así recursivamente hasta que se interrumpe el aco– plamiento. Estas son interacciones comunicativas, nos dirá Maturana (9), y es de interés anotar cuanto se ajusta con el concepto de comunicación de Luhmann, en especial res- 122
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=