Sectores: fenomenología de la vida social de un grupo de pacientes internados en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago
o habríamos conocido más y mejores experiencias de comunidades tera– péuticas que hoy sobreviven con grandes dificultades pero con un valor que sería absurdo no reconocer. Pero ésa hubiera sido otra historia. *** Escribo estas cosas movido ciertamente por la lectura de la Memoria de Hugo Rojas. Pero me permito comenzar a terminar este breve texto, introductorio a lo que el lector podrá ver más adelante, diciendo que estoy en otro país. Aquí suelo tener la experiencia de ser un hombre invisible, como Hugo Rojas en su viaje a un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago. En verdad, creo que uno es siempre un hombre invisible, pero hacer la experiencia de vivir, aunque sea por algunas semanas, en otra parte -con el encanto inquietante de los viajes hacia lugares lejanos o demasiado próximos-, nos enfrenta aún más a esa invisibilidad y a ese anonimato, y en algún sentido ~os permite ver mejor. Como en los paseos de Robert Walser por la nieve, donde moriría cerca del asilo en el que se había reclui– do; el viaje de Aby Warburg donde los indios Pueblo en México, después de hacer su "curación infinita" en la clínica de Ludwig Binswanger; o en ese bello libro que se llama Un viaje sentimental, donde Laurence Sterne muestra su camino de Londres a París en el que se suceden pequeños fragmentos de la inmensa y pequeña humanidad de sus personajes. Esa invisibilidad viajera nos abre una mirada que destaca el transcurrir cotidiano de las gentes y las hace más visibles que nunca. En la ciudad en la que ahora me encuentro, me doy cuenta, es decir "veo", cosas que podría reconocer sin dificultad en las calles de Santiago, pero que mi per– manencia ahí me impide ver con claridad. Veo aquí cosas urbanas que los hospitales, las escuelas o las cárceles contienen en sus encierros y en sus sectores. Veo aquí que son muchas las personas que hablan solas, en un diálogo ininteligible con otros o con ellos mismos. Asisto a la circulación de hombres y de mujeres que avan– zan de aquí para allá. Percibo la amenaza cierta de hombres de todos colores y vestimentas que parecen zombis al salir despedidos de los bares chocando a los veloces transeúntes. Podría ver esto y mucho más en Lima, Praga o San Bernardo; podría verlo en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago. Pero lo veo aquí motivado por tener que escribir sobre la Memoria de título de mi amigo Hugo Rojas. Santiago/París, otoño de 201O 13
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