Salud mental y contrainstitución
instaló una y otra vez en sesión. Y es ante la ausencia de respuesta que las pacientes comienzan a demandar que se les enseñe: "quiero que me enseñen, que me digan lo que meJaita [.. .]por quécometí elerror de robary de llegar acd'. El dejar esta pregunta abierta genera incertidumbre y angustia, sin embargo, hacerlo es lo que genera las condiciones para que las pacientes comiencen a implicarse en aquello que dicen. Hablan de sus parejas, de su historia, de sus familias y del sufrimiento que genera la vida dentro de la cárceL Comienza a desdibujarse lo que es correcto o indicado decir, tal como lo dice una paciente: "aquíse puede hablar'. Una nueva subjetividad La carta de presentación de las pacientes fue un discurso en el que se establecía un corte entre su vida antes de estar en la cárcel y su presente en reclusión. El pasado era lo malo: "es mejor olvidarlo [... ] esa vida quedó atrás, ahora soy otra persona". Bastaba con recordar las buenas cosas del pasado, de otro modo "una se daiia con lo que ha hecho". Este parecía un discurso aprendido y vacío, repetido como una forma de autoconvencimiento respecto a no volver a delinquir. Un discurso ortopédico tras el cual no había una historia, ni la singularidad de quien hablaba. Fue la instalación del grupo, como dispositivo de trabajo, el que permitió liberar la palabra de las pacientes y poder historizar su discurso. "En el otro taller jamás hablaríamos las cosas que hablamos acá. Allá sabemos de qué tenemos que hablar ydequéno". Las pacientes recobran así la posibilidad de modificar su entorno y, con él, a sí mismas. Es cierto que seguían estando recluidas y viviendo dentro de un sistema muchas veces aplastante, pero el grupo les daba la posibilidad de funcionar en otra lógica, en la cual ellas eran gestoras de un espacio en el que podían acceder a la libertad por medio de la palabra y del pensar. El dispositivo subvierte, también, la lógica de quien posee el saber. De esta forma, ya no era la institución carcelaria la que sabía más de las internas que ellas mismas. La angustia de las pacientes es también un efecto del dispositivo, justamente porque en el grupo se perdía la certidumbre que se encontraba en un discurso homogeneizante que aseguraba certezas universales acerca del bien y de! maL Así en el dispositivo grupal las pacientes, a través de su palabra, eran dueñas de un saber, y fue justamente e! hablar con libertad lo que permitió dar lugar a sus historias y subjetividades. Aparecen, de este modo, elementos velados hasta entonces en el discurso de las pacientes: hablan con matices -ya no es el "bien" contra el "mal"-, reconocen lo placentero que era tener "dinero fácil", lo desagradable que era trabajar por poca plata y tener un jefe, se confrontan con la violencia que ejercieron sobre otros, recuerdan detalles de los juicios y lo que sentían al ver a sus víctimas. 93
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